sábado, 26 de diciembre de 2009

Milo Lockett: "El arte une a las personas y las iguala".- *


Fue ajero, verdulero, cortó el pasto y fue dueño de bares. Luego, apostó a fabricar indumentaria, pero la crisis de 2001 lo dejó en bancarrota. A partir de allí, el chaqueño colgó la corbata y agarró el pincel, relegado por sus compromisos como marido y padre. Ahora hace "arte social", según él mismo define: entre Resistencia y Buenos Aires, reparte cuadros por encargo y acciones solidarias.

Por María Daniela Yaccar
Fotografía gentileza de PersonAllY

Buenos Aires, diciembre 18 (Agencia NAN-2009).- La historia de Milo Lockett cumple con todos los requisitos para convertirse en una película épica de la posmodernidad. O, por qué no, en uno de esos dramones que llevan implícita la cuestión del ser o no ser y que emocionan hasta las lágrimas. De ese cine emerge un tipo de plot, con elementos tales como la rutina, la automatización, lo prefabricado de todos los días y la presencia de un deseo tan fuerte como para dar vuelta la página y escribir otra historia. O como para volver infeliz de por vida a quien no se anima. No obstante, como Lockett se volvió protagonista de su película sin predecir el final, quizás su vida sea más bien digna de ser encuadernada en un Elige tu propia aventura.
Los caminos eran dos: seguir manejando la fábrica textil de Resistencia, Chaco, o dedicarse de lleno al arte. Con miedo, pero también con determinación, Lockett se salió de la matrix a los 40 años y tomó la decisión más difícil: pintar. Como sentía que le quedaba tiempo, combinó su arte con la solidaridad y, entre otras cosas, trabaja en su provincia natal con chicos con síndrome de down y con los aborígenes Wichi y Pilaga. A la par, envuelto por el reconocimiento inusitado que en los últimos años adquirió en Buenos Aires, por estos días pinta a toda máquina en su taller de Belgrano, y en Palermo dio vida a una criatura interesante: un parque navideño hecho con envases de Tetra brik, iniciativa de la fundación Tetra Pak para el reciclado. La maqueta --cinco árboles de navidad en altura, murales y tótems-- contó con la ayuda de los niños que se acercan y que participan de los talleres de pintura que Lockett brinda en la Plaza de las Naciones. Durante la inauguración, algunas de sus obras fueron subastadas a beneficio de la construcción de una Casa Garrahan en Chaco.

-- Resulta llamativo el material con que está hecho el parque…
-- Hoy nadie puede decir con certeza si una cosa es arte. Estoy seguro de que éste es un hecho artístico, una intervención urbana dentro de un modo de expresión. Si algo es arte o no, se mide cada cincuenta años, de acuerdo a lo que aporta al lenguaje. Estoy muy contento con el resultado, sobre todo por poner a los chicos en contacto con la situación del medio ambiente. Además, me gusta mucho trabajar con ellos. Tienen una energía muy particular y los que pintan, lo hacen de verdad.

Chaco, 2001

Se sabe: tiempo de crisis para todo el mundo, gran impacto en las fábricas. Contexto en el que emerge el nuevo Milo Lockett, empresario devenido en artista plástico autodidacta y full time, que antes fue ajero, verdulero, cortó el pasto y tuvo bares, “siempre feliz”. “Cuando sos chico querés ser Superman”, reflexiona ante Agencia NAN al referirse al momento en que dio el giro a su vida, y pronto se da cuenta del exabrupto: “Bueno… ya no era tan chico”. Sí que era un niño cuando mostró por primera vez un cierto interés por el dibujo, en los talleres de la Escuela de Bellas Artes. Ya de grande, inspirado en Jorge de la Vega, descubrió su amor por la pintura. “Fue el artista que me movió la cabeza, el que me hizo tomar la decisión”, concluye.

-- ¿Cómo fue ese momento?
-- Por la crisis cerré la fábrica y decidí que me iba a dedicar a pintar. Antes lo hacía, pero no con la intención de mostrar. Tomé la decisión de un día para el otro. Y se modificó toda mi vida. Tengo una esposa y una hija, por eso fue difícil decir que quería hacer esto y abandonar el marco de seguridad que brinda un empleo. Pero me apoyaron mucho.

-- ¿No tuvo miedo?
-- Cada vez que uno hace una vuelta y decide cambiar la dirección, hay un poco de miedo. Era el temor natural, el de cualquier persona cuando siente ganas de hacer otra cosa sin saber cómo le va a ir. El artista tiene que arriesgar todo. No puede haber arte si no hay riesgo o incertidumbre. No se puede hacer desde un lugar de seguridad, más allá de la seguridad propia.

-- Es una buena recomendación para un artista desanimado…
-- Tiene que trabajar mucho. El gran problema de los artistas es que creen que la sociedad les tiene que rendir pleitesía por el sólo hecho de serlo. Después, la vida te va enseñando una cosa muy básica: no se puede recibir sin dar nada. No hay que ubicarse en un lugar de genialidad, porque no es propia del artista. Es del obrero, del ingeniero, del médico. Yo creo que el éxito se mide de distintas maneras.

-- ¿Y cuál es su forma de medirlo?
-- Fui exitoso en el momento en que elegí dedicarme a la pintura, cuando dije "mi mundo es este". No por todo lo que me pasó después. Y si esto tenía que pasar, no es porque yo era un genio. El arte es otra cosa. Es una necesidad. Y para mí, que tengo una mirada visual como artista plástico, es un modo de ver.

-- Y en ese modo de ver al arte, está el parentesco con la cuestión social…
-- El arte se ve siempre como una cosa inútil. La pregunta es para qué sirve un cuadro y la verdad es que más que para colgarlo en la pared… Por eso me parece interesante mezclarlo con lo social. Arte es la palabra más globalizadora. Une a las personas y las iguala. Las vincula sin discriminar socialmente, por diferencias de religión o por edad. Resume la comunicación, sea visual o no. Lo importante es que los proyectos que desarrollo junto a otros artistas son como un recreo para las personas que participan.

-- ¿Cuáles son los temas que más le preocupan?
-- Los dos extremos: la niñez y la vejez, el principio y el final de la vida. Son los sectores más desprotejidos. Y más allá de eso, me preocupa la distribución de la riqueza y la igualdad de oportunidades. También, la situación de los aborígenes. Tenemos que empezar a tratarlos como seres humanos y no como "comunidades". Y ser más respetuosos con su forma de ver el mundo. Me parece que les hemos hecho mucho daño desde la religión y desde lo cultural, y sobre eso hay que reflexionar. Los hemos invadido y abandonado a su suerte.

Buenos Aires, 2004

“Oportunidad es una palabra que gira en mi obra, porque la pregunta es por qué yo tuve la posibilidad de plantear este modo de vida”, dispara Lockett. Tal vez, la respuesta esté en el pragmatismo que caracterizó la toma de la decisión inicial y que se mantuvo en las posteriores. No por nada, hace cinco años cayó en Buenos Aires convencido de que quería vivir del arte. Y en poco tiempo, sus obras “poco pretensiosas”, coloridas, alegres, de “lenguaje primario” y con influencias del art brut, lo volvieron uno de los favoritos del público. De hecho, en las ediciones de Arte BA de 2006 y 2007 fue el artista que más vendió. Pronto, con el merecido mote de “gran revelación”, sus cuadros comenzaron a viajar por el mundo.

-- ¿Cómo fue su llegada a Buenos Aires?
-- Áspera. Es una ciudad difícil y a la vez muy generosa. Llegué por una fisura del sistema. Vi luz y entré. No estaba dentro de las becas, no pertenecía a ninguna galería ni escuela de arte. Vine buscando un lugar, me animé a recorrer, a mostrar mi obra. Vivir de esto era lo primero que tenía en la cabeza. No quería pintar y manejar un taxi. Es difícil saber exactamente cómo fue. Sí hubo mucha gente que me acompañó, como Teresa Anchorena, mi galerista, con la que estuve casi cinco años. Y después, me eligió el público y estoy agradecido. Sin público no hay artista.

-- ¿El reconocimiento fue como burlar los límites de la centralización de la cultura en la Ciudad de Buenos Aires?
-- Se dijo que yo era un artista de una provincia pobre que ahora le vendía a la gente rica. Eso es interesante. Por mi parte, yo nunca me sentí inhibido por eso. Al contrario, siempre tuve mucha avidez de aprender y expectativas por conocer. Eso hace mirar de otra manera, estár más ávido y atento a lo que pasa. La gente que vive en las capitales no puede levantar la cabeza y darse cuenta de algunas cosas, está muy encerrada por el mismo sistema de la metrópolis.

-- No puede despegarse de su tierra natal. Por eso sigue viviendo allá, ¿no?
-- Vivo allá y, también, un poco acá. Trato de ir adaptándome. Si bien toda mi carrera sucede en Buenos Aires y afuera, cinco años para atrás sucedía en el Interior. Y yo no abandono esa primera etapa, la tengo muy presente. No hay que olvidarse de dónde viene uno, eso es lo que mantiene la identidad. Y yo siempre voy a ser de Chaco. Y claro, allá me gusta vivir porque están mis amigos, mis afectos, mi hija, a quien no le podría modificar la vida, y mi esposa.

-- ¿Y cómo vivió el traslado de su carrera de Chaco a Buenos Aires?
-- En una primera etapa sentí mucha presión. Cuando uno empieza a ser reconocido o referente, todo empieza a tener otro peso. Por ejemplo, la palabra. Yo estoy hecho, en mi mundo, pero a los 40 años soy referente de gente de 20. Tengo 20 más de vida, que de por sí no garantizan nada: podés transformarte en un pelotudo total. Hay que ser muy responsable. Una decisión incorrecta hace mucho daño, a veces irreparable.

-- También podría ser un referente para nuevos artistas. ¿Lo cree posible?
-- No sé si podría abrirles el juego. Sí siento que hay mucha gente que al ver lo que hago queda con ganas de pintar, porque el mío es un lenguaje primario. Mi obra no es tan pretenciosa. Y eso abre la puerta para que otro diga "yo también puedo pintar". No es que trato de bajar el lenguaje, si no de ser más legible, más entendido. Muchas veces los artistas pintan pensando en que están construyendo una obra de arte y eso les genera mucha presión. La mía no tiene esa pretensión de obra de arte y por eso es accesible. Generó mucho nuevo comprador de arte. Personas que nunca compraron un cuadro se acercan.

--¿Es ese el público que pretende conquistar?
-- Creo que no hay que ser prejuicioso con el público, ni con los coleccionistas ni con la gente que quiere comprarse un cuadro y no sabe nada de arte. En realidad, no sé quiénes son los que saben, es otra cuestión para preguntarse. Muchas veces me compro cuadros sin saber sobre los autores o los detalles de la técnica. Por eso decía que el arte une. De hecho, conocí mucha gente famosa, con una posición muy buena. El arte es maravilloso porque te permite sentarte en la mesa con quienes nunca te hubieras sentado.

-- Y para más adelante, ¿qué se trae entre manos?
-- Por ahora, creo que me voy a retirar para trabajar más en lo social. Me gustaría trabajar más en la problemática social, desde un lugar más activo. Me gusta dedicarme de lleno a las cosas. Hoy soy más pintor. Tal vez haga una etapa de mucha pintura y después la deje. No quiero hacer nada a medias ni por etapas.

* Mañana y pasado de 16 a 19 en el Parque Navideño Reciclado (Figueroa Alcorta y Austria, Ciudad de Buenos Aires) se realizarán los últimos Talleres de Arte con Envases para niños, a cargo de Milo Lockett. La entrada es libre y gratuita.

*
Publicado en Agencia NAN el 18 de diciembre de 2009.

No hay comentarios:

Publicar un comentario