sábado, 26 de diciembre de 2009

"El secreto de sus ojos tocó una cuerda, pero todavía no sé cuál"*


“Prestar atención a las decisiones en las que uno involucra su dignidad y sus principios” es, según el cineasta, la base necesaria para contar grandes historias desde la vida cotidiana. A los 50 años, el realizador se encuentra en uno de los momentos más intensos de su carrera. Mientras trasciende en el mercado estadounidense, prepara otros proyectos.

Por María Daniela Yaccar

"Tocar una cuerda", llegar hasta las fibras más íntimas del público: de eso se trata hacer cine para Juan José Campanella. Con su nuevo trabajo, "El secreto de sus ojos", el director cumplió con su cometido de siempre. La película comporta una curiosa mezcla de intriga, humor y emotividad que suscitó la adoración inmediata de los espectadores, tanto aquí como en España, donde la obra de Campanella es muy valorada. Es cierto que es un policial. Sin embargo, la trama está construida por personajes entrañables y comunes, y recrea la atmósfera cotidiana que ya se volvió casi una marca del autor, su sello más personal.
Es lo mismo que logró con "Luna de Avellaneda" y "El hijo de la novia", o con el programa de televisión Vientos de Agua, con las raíces y el desarraigo como trasfondo de las historias. "Todos los días de nuestra vida tomamos partido en cosas en las que están en juego otras más grandes", explicó a El Cruce el cineasta, que hoy distribuye su tiempo entre contar ese tipo de historias y dirigir series para la televisión estadounidense. Por estos momentos, prepara una película de animación --una coproducción argentina-española--, trabaja en algunos proyectos para la televisión argentina y disfruta de las repercusiones de "El secreto…", precandidata para competir por el Oscar.

--¿Qué es lo que le llamó la atención de "La pregunta de sus ojos", la novela en la que está basado el guión de la película?
-- Son varios los factores. Estuve mucho tiempo sin hacer una película porque no encontraba una historia que me provocara un desafío nuevo y que no se alejara de lo que a mí me gusta contar. El policial me gustó siempre, pero lo que más me llamó la atención de la novela de Eduardo Sacheri fue que, a diferencia de lo convencional en el género, los protagonistas eran gente muy común: no había un detective borracho típico de cine negro o una banda de ladrones. No había cosas de un mundo al que yo no pertenezco. Esa mezcla del género con historias extraordinarias de gente común me gustó mucho, y a eso integré la memoria y las decisiones de vida, que son temas con los que también me encanta trabajar.

--Eso de contar grandes historias desde la cotidianidad de personajes comunes es una constante en su obra. ¿Cómo se logra?
--Ese es un poquito el corazón mismo del arte, aunque prefiero reservar esos términos para los que opinan. (Alejandro) Dolina decía que la función del artista es detenerse donde los demás siguen de largo. Pero la verdad es que no hay ningún secreto. En "El hijo de la novia" lo que contamos es la historia de mis viejos. Y "Luna de Avellaneda" es la historia real de un club de Avellaneda en la que aparecen los debates que se hicieron en infinidad de clubes a lo largo del país. Es cierto que en "El Secreto de sus ojos" la historia no es tan real, porque no todos nos enfrentamos a un crimen todos los días. Y eso de lo común está más bien en la génesis del personaje, porque aunque trabaja en Tribunales mantiene relaciones personales de amistad que son las mismas que nosotros vivimos.Creo que todos los días de nuestra vida tomamos partido en cosas en las que están en juego cosas más grandes. Permanentemente uno toma decisiones en las que involucra su dignidad y sus principios. Quizás no somos conscientes de eso cuando está ocurriendo, y ahí está la tarea del que sabe verlo.

--Y para favorecer esa construcción de la historia desde personajes comunes ¿qué papel juega la técnica?
--Una de las claves visuales de la película son los ojos de los personajes. Mi idea era que el diálogo cuente una historia y los ojos otra. Y que la combinación de esos dos elementos conforme una tercera, que es la película. Para lograr eso se necesitaba estar mucho más cerca de lo usual, por eso hice mucho uso del primer plano. Justamente lo que diferencia al cine de las otras artes representativas son los ojos.

--¿Por qué cree que la película conmueve tanto?
--Lo que está ocurriendo con la película nos sorprende mucho. No era ni la expectativa máxima. No puedo ponerme en el lugar del público, pero obviamente una cuerda tocó. Con "Luna de Avellaneda" me pasó lo mismo. "El secreto…" tocó una cuerda pero todavía no sé cuál. Va más allá de que la película guste o no. Algo tiene que estar pasando en el inconsciente colectivo.

Evidentemente, en 2004 algo estaba pasando en el inconsciente colectivo argentino. Fue el año en que apareció "Luna de Avellaneda", una película filmada en el sur del conurbano bonaerense que contaba la historia de un club social y deportivo a punto de convertirse en casino, con el tema de la emigración de fondo. La película redundó en una ley homónima, que apunta a preservar esas instituciones populares.

--Además de llegar a la gente, "Luna de Avellaneda" redundó en beneficios concretos para los clubes. ¿Cómo vivió eso?
--De todo lo que hice, fue la película que más me afectó en lo personal. Tuvo una enorme vida extra-cinematográfica y política. Una vida más allá de que la gente la haya visto y haya salido afectada individualmente. Hasta hoy se pasa en talleres, en grupos barriales, en sociedades de fomento… El éxito que había tenido con El hijo de la novia no me había frenado. Por eso, el efecto que tuvo Luna… en la sociedad para mí era imposible.

--Desde entonces, ¿cambió su perspectiva con respecto al cine? ¿Cree que una de sus funciones es abrir discusiones o apuntar a un cambio?
--El cine puede ser un vehículo de cambio pero no es para lo único que sirve. Por ejemplo, "El secreto…" no apunta para ese lado. Ser un director de cine es contar la mejor historia, y no siempre esa historia tiene que ver con lo que está ocurriendo en la sociedad. A mí lo que más me gusta es la comedia, y si bien uno puede decir que los hermanos Marx plantean una visión sobre la vida, el hecho es que son cómicos y punto y aparte. Para que el cine sea un vehículo de cambio se tiene que dar la conjunción de varios planetas: crear la película correcta que toque una cuerda de una sociedad en el momento correcto. Quizás si "Luna de Avellaneda" se hubiera estrenado en los noventa hubiera pasado sin pena ni gloria.

--¿Se trata, entonces, de hacerse eco del clima social en un determinado momento?
--"Luna..." es mi proyecto más hijo del momento. La escribimos en el 2002, un momento en el que uno como argentino no podía evitar el afuera. No se trata de hacerse eco, si no de sentirlo uno. La verdad es que ninguna de las películas la hice con la intención de hacer eco de un sonido que estaba escuchando. Fue más bien emitir un sonido que me estaba naciendo de adentro. Yo no era un visitante de afuera que miraba lo que ocurría. Todos estábamos pensando: ¿Qué hacemos? ¿Nos quedamos? ¿Nos vamos?

--Y en el caso de "El secreto de sus ojos", una historia que nos retrotrae a la conflictiva década del setenta, ¿qué sentido puede cobrar en la actualidad?
--Todo lo que tiene que ver con la historia del país es una lectura posterior, porque la historia mayor de la película es la de los personajes. Nuestra historia de país no es el énfasis principal de la película. Sin embargo, a mí siempre me gusta ubicar a los personajes en un contexto histórico, aunque sea una historia que transcurre en el presente.

--¿Pensó en presentar una postura sobre la pena de muerte y la justicia por mano propia a través de la película?
--No, pero es posible que haya sido parte de la cuerda que tocó, aunque de manera casual. La película fue pensada antes de que se iniciara esa discusión. De hecho, cuando Susana Giménez hizo declaraciones sobre ese tema, nosotros ya estábamos terminando la película.

Campanella inició su carrera en Argentina, donde hizo su “meritorio de dirección”. Después viajó a Estados Unidos para continuar sus estudios, filmó allí algunos largometrajes y se dedicó también a la dirección de series televisivas como "La ley y el orden" y "House MD".

--¿Qué le aporta la combinación de los trabajos que desarrolla en Estados Unidos y en la Argentina?
--Yo vivo de la televisión, que para mí es un entrenamiento porque puedo probar nuevas técnicas, cada tanto y dentro de los límites de cada programa. Son ese tipo de cosas que obligan siempre a resolver de una manera que por ahí no sería la que cuenta uno, que es lo que sí puedo hacer con mis películas.

¿Cómo evalúa el actual cine latinoamericano?
--No lo conozco. Y la verdad es que ninguna persona de Latinoamérica conoce demasiado del cine que se hace en otros países de Latinoamérica. Hay un fenómeno que es mundial: las películas que más se ven en cualquier país del mundo son las de Hollywood y las del propio país. Se hacen semanas del cine argentino, brasilero. En los festivales hay seminarios y mesas donde tratan de juntar el cine latinoamericano. Y es todo inútil, es tratar de tapar, ir a pelear contra una inundación con un vaso.

--¿Y por qué no conocemos el cine de otros países de Latinoamérica?
Si buscamos una unión latinoamericana, lo ideal sería que nos empiecen a enseñar un poco de historia actual del resto de los países. No nos va a interesar lo que pase en el resto de América Latina porque se estrenen cinco películas por año, por más de que se estrenen. Esto tiene que empezar en nuestra educación. Para nosotros el resto de Latinoamérica muere cuando Cortés ataca a los incas. Ahí agarran la manija de nuestra historia los españoles y no la sueltan más. La integración latinoamericana tiene que empezar en la escuela, no la puede generar el cine.

--El cine argentino, según los críticos, presenta rasgos que lo definen. ¿Existe el movimiento conocido como nuevo cine argentino?
--El cine argentino es un gran número de individualidades en las que cada uno cuenta su historia, algunas relevantes y otras no. Unas tienen un enfoque social, otras sobre el individuo. A veces es algo totalmente onírico que habla del mundo interno del director, y otras simplemente quiere entretener. No creo que tengamos que buscar una regla estricta con respecto a lo que el cine tiene que tener.

"El secreto de sus ojos" dio inicio a un momento importante para su carrera: la película protagonizada por Ricardo Darín y Soledad Villamil es precandidata al Oscar. Así, Campanella está a pasos de repetir la experiencia que vivió años atrás con la nominación de El hijo de la novia (2001).

--La película se quedó sin premios en el Festival de San Sebastián. Darín culpó al “revuelo periodístico”. ¿Puede el éxito de una película ir en detrimento de la obtención de un premio?
--Sí en el caso de los premios de festival, porque son siete personas que hablan entre ellas y deciden a qué película se le da el premio. Generalmente, son las que lo necesitan. Durante el festival de San Sebastián, El secreto de sus ojos era la favorita de las críticas y del público. Nosotros dijimos “no va a ganar ningún premio". Dicho y hecho. Distinto es el caso del Oscar, siempre lo dije. Es el premio más transparente de todos, porque la cantidad de votantes y la incomunicación entre ellos hacen que ninguna decisión sea consensuada.

--¿Y qué valor le concede a ganar un Oscar?
--Hay que poner categorías de importancia. Respecto de la aprobación o validación, es lindo ganarse un premio. Obviamente es mejor ganarse un premio que no ganárselo, y para mí es el premio más importante y representa una satisfacción personal. También favorece, claro, la difusión. Pero en cuanto a lo que vale la película en sí misma, ningún premio lo modifica. Tampoco lo que uno o el público piensan.

Una ayuda para el cine nacional

"Financieramente, el cine argentino está en una situación espantosa", advirtió Campanella. "Es cada vez más difícil. Este año prácticamente no se filmó nada. Y el próximo año casi ni va a haber películas argentinas", lamentó. Campanella manifestó su apoyo a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, porque considera que puede tender a "ayudar a la producción nacional",
Es que la norma establece una cuota de pantalla, según la cual los licenciatarios de servicios de televisión abierta deben exhibir 8 largometrajes nacionales por año. "Yo hubiera ido por más beneficios, pero obviamente va a ayudar", sostuvo el cineasta. También destacó el hecho de exigir a las televisoras que produzcan cine por el 0.5 por ciento de su facturación, aunque señaló que "es más liviana que en otros países, como España", donde el porcentaje asciende a 5.
Más allá de la ayuda que pueda representar la Ley para la industria cinematográfica local, otro empuje podría darlo una mayor comunión entre los países latinoamericanos. Porque "cuanto más grande sea el mercado potencial de una película, habrá más cine".

*Publicado en El Cruce Número 1, noviembre de 2009.

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