martes, 29 de diciembre de 2009

"Una mirada diferente" sobre la resistencia.-


En 54 fotografías en blanco y negro, Sebastián Miquel retrata a Túpac Amaru, "una organización social que lucha contra la pobreza de manera exitosa", explica. Montada en el Palais de Glace, con entrada libre y gratuita, Abia Yala-hijos de la tierra pone el énfasis en lo humano antes que en los paisajes jujeños donde la Túpac funciona.

Por María Daniela Yaccar
Fotografías gentileza de Sebastián Miquel

Buenos Aires, diciembre 29 (Agencia NAN-2009).- La verdad no existe. ¿Y la mentira? Bueno, Einstein dijo que al fin y al cabo lo único que existe es la relatividad. Pero, momento. Porque los dichos populares también son sabios, y la que tiene patas cortas es una sola. En tiempos en que muchos medios de comunicación están acostumbrados a calzarse medias tres cuartos, Sebastián Miquel viajó a Jujuy para contar la otra mitad de las verdades a medias. Caminó por varios pueblos para poner el foco en el corazón de la organización Túpac Amaru y trajo a Buenos Aires el retrato de otro mundo posible: el trabajo en las cooperativas textiles, la construcción, gente en las escuelas, los domingos de pileta en familia. “El desafío fue mostrar una organización social que lucha contra la pobreza de manera exitosa, con eje en su rostro humano”, explica el fotógrafo a Agencia NAN. Su muestra Abia Yala-hijos de la tierra puede visitarse de martes a domingos de 12 a 20 en el Palais de Glace (Posadas 1725), con entrada libre y gratuita.

“Dar una mirada diferente”, añade Miquel sobre su cometido. Y lo cierto es que lo logra. Esas 54 instantáneas en blanco y negro son un claro ejemplo de la trillada frase que atribuye a la imagen el valer más que mil palabras --lo que se ve, de hecho, vale más que lo que muchos puedan haber dicho sobre la cuestión--, porque es casi imposible que quien se pare ante ellas no sufra un síndrome de semiosis infinita sobre todo lo que pasa en ese norte castigado, vapuleado, olvidado y triste que, de pronto, deja de ser desgracia. Es domingo y afuera hace calor. Mientras muchos escuchan tambores en la plaza Torcuato de Alvear, otros aprovechan para tomar un vuelo rápido y fructífero hacia aquellas tierras sobre las que algunos, deliberadamente, dicen patrañas.

Desde lo técnico, las de Miquel son fotos exquisitas. Tomas analógicas de impresión digital de 60 x 80 en su mayoría, distribuidas en uno de los pasillos del primer piso y en una sala que lleva un retrato más grande en el medio, de 3 x 2. Lo que rescatan, sobre todo, son momentos emocionales de rostros humanos, un propósito altamente logrado con el empleo de teleobjetivos. Lo que se ve es la organización popular liderada por Milagro Sala en su máxima expresión. Diferentes zonas de Jujuy donde funciona (Ledesma, San Andrés, Alto Comedero, Maimará y San Andrés, entre otros) y todo lo que siguió a un buen manejo de recursos: comedores, guarderías y fábricas. A la izquierda, una pantalla chica muestra videos de la Túpac, porque el centro “es ella, más que el evento fotográfico”, aclara el artista.

En las fotos también hay piletas, claro. Todo un lujo para un “grupo piquetero armado”, parafraseando al gran diario argentino. “No sé si me da la capacidad para generar un discurso, pero sí busqué dar un mensaje sobre un blanco de críticas: los sectores de la pobreza organizados. ¿Qué pasa cuando los pobres se organizan?”, dispara Miquel. Para él, lo que algunos responden se resume en otro interrogante: “Hay toda una cuestión de prejuicios muy adentrada en Buenos Aires y en ciertos sectores sociales, incluso en los más progre. ¿Por qué le dan plata a esa negra? ¿Por qué le dan cabida a esta gente? Lo que empecé a notar acá es que daba bronca que una organización liderada por una mujer fuera exitosa. Por una mujer, originaria de coyas, sin modales finos y morocha”.

Miquel, oriundo de San Luis y actualmente residente en la Ciudad de Buenos Aires, es un ex trabajador de diarios nacionales (varios, por caso) y medios alternativos que hoy se dedica a la fotografía de moda para costear proyectos como éste. El interés por la Túpac lo tenía desde hacía rato, ya que solía contactarse con los afiliados de la organización que viajaban a Buenos Aires a propósito de alguna manifestación. También conocía a Sala, a quien considera “una mujer extremadamente simple, que no tiene pruritos y que vive trabajando, haciendo cosas”. Pero aunque la idea ya estaba en mente, lo que lo terminó por impulsar fue el escándalo que rodeó a la organización cuando un grupo de personas le tiró huevos al senador nacional por Jujuy Gerardo Morales y que, después, cobró dimensiones poco felices. “Cuando se empezó a decir que eran grupos armados, narcotraficantes y violentos, dije: es el momento de mostrar desde otro lugar qué es lo que hacen”, recuerda Miquel, acostumbrado, desde la rama documental de la fotografía, a “ir a buscar desgracias, inundaciones, la peor parte del ser humano”.

El nombre de la muestra es contundente: “Tiene que ver con la unidad latinoamericana precolombina”, explica. Y a lo que remite, ante todo, es a “una comunidad organizada que vive con valores diferentes: la solidaridad, el trabajo, la verdad”. Simples aunque ingeniosos son los títulos que acompañan a las fotografías. “Plus valía”, un juego con el término marxista, retrata a una mujer trabajando feliz en una fábrica textil. “La plusvalía, justamente, es esa alegría que manifiesta”, explica Miquel. Otra mujer --verdaderas protagonistas de la muestra, incluso en los trabajos de construcción, llamativamente--, posó ante la lente luego de responderle al fotógrafo que su trabajo “estaba bueno porque no tenía patrón”. Y así se llamó la foto: “Sin patrón”. “La activista” muestra a una niña barriendo, y “Revolución” a un grupo de chicos en una guardería. También hay un buen número de fotografías destinadas a derecho a la información, una de las actividades solidarias que realizan los integrantes de la Túpac con el fin de acercar detalles de sus derechos a quienes no los conocen.

Abia Yala-Hijos de la tierra puede leerse de muchas formas posibles. Ya sea como “reivindicación del Estado o de la política”, “otra mirada sobre los sectores pobres”, un acercamiento a “una forma de organización distinta” o una reivindicación de los pueblos del norte. Lo cierto es que es una vuelta de tuerca. Sobre lo que produce en el espectador, Miquel concluye: “No puedo decir si logré comunicar lo que quise, por más que haya salido conforme. Vi gente que salía llorando, otra muy contenta y otra a la que no le había pasado nada. Los comentarios que dejaron en el libro eran buenos, salvo uno que dijo que lo que vio le hizo acordar a la sociedad nazi. Ojalá la fotografía tuviera el poder de cambiar la imagen de algo en la gente”.