martes, 29 de diciembre de 2009

"Una mirada diferente" sobre la resistencia.-


En 54 fotografías en blanco y negro, Sebastián Miquel retrata a Túpac Amaru, "una organización social que lucha contra la pobreza de manera exitosa", explica. Montada en el Palais de Glace, con entrada libre y gratuita, Abia Yala-hijos de la tierra pone el énfasis en lo humano antes que en los paisajes jujeños donde la Túpac funciona.

Por María Daniela Yaccar
Fotografías gentileza de Sebastián Miquel

Buenos Aires, diciembre 29 (Agencia NAN-2009).- La verdad no existe. ¿Y la mentira? Bueno, Einstein dijo que al fin y al cabo lo único que existe es la relatividad. Pero, momento. Porque los dichos populares también son sabios, y la que tiene patas cortas es una sola. En tiempos en que muchos medios de comunicación están acostumbrados a calzarse medias tres cuartos, Sebastián Miquel viajó a Jujuy para contar la otra mitad de las verdades a medias. Caminó por varios pueblos para poner el foco en el corazón de la organización Túpac Amaru y trajo a Buenos Aires el retrato de otro mundo posible: el trabajo en las cooperativas textiles, la construcción, gente en las escuelas, los domingos de pileta en familia. “El desafío fue mostrar una organización social que lucha contra la pobreza de manera exitosa, con eje en su rostro humano”, explica el fotógrafo a Agencia NAN. Su muestra Abia Yala-hijos de la tierra puede visitarse de martes a domingos de 12 a 20 en el Palais de Glace (Posadas 1725), con entrada libre y gratuita.

“Dar una mirada diferente”, añade Miquel sobre su cometido. Y lo cierto es que lo logra. Esas 54 instantáneas en blanco y negro son un claro ejemplo de la trillada frase que atribuye a la imagen el valer más que mil palabras --lo que se ve, de hecho, vale más que lo que muchos puedan haber dicho sobre la cuestión--, porque es casi imposible que quien se pare ante ellas no sufra un síndrome de semiosis infinita sobre todo lo que pasa en ese norte castigado, vapuleado, olvidado y triste que, de pronto, deja de ser desgracia. Es domingo y afuera hace calor. Mientras muchos escuchan tambores en la plaza Torcuato de Alvear, otros aprovechan para tomar un vuelo rápido y fructífero hacia aquellas tierras sobre las que algunos, deliberadamente, dicen patrañas.

Desde lo técnico, las de Miquel son fotos exquisitas. Tomas analógicas de impresión digital de 60 x 80 en su mayoría, distribuidas en uno de los pasillos del primer piso y en una sala que lleva un retrato más grande en el medio, de 3 x 2. Lo que rescatan, sobre todo, son momentos emocionales de rostros humanos, un propósito altamente logrado con el empleo de teleobjetivos. Lo que se ve es la organización popular liderada por Milagro Sala en su máxima expresión. Diferentes zonas de Jujuy donde funciona (Ledesma, San Andrés, Alto Comedero, Maimará y San Andrés, entre otros) y todo lo que siguió a un buen manejo de recursos: comedores, guarderías y fábricas. A la izquierda, una pantalla chica muestra videos de la Túpac, porque el centro “es ella, más que el evento fotográfico”, aclara el artista.

En las fotos también hay piletas, claro. Todo un lujo para un “grupo piquetero armado”, parafraseando al gran diario argentino. “No sé si me da la capacidad para generar un discurso, pero sí busqué dar un mensaje sobre un blanco de críticas: los sectores de la pobreza organizados. ¿Qué pasa cuando los pobres se organizan?”, dispara Miquel. Para él, lo que algunos responden se resume en otro interrogante: “Hay toda una cuestión de prejuicios muy adentrada en Buenos Aires y en ciertos sectores sociales, incluso en los más progre. ¿Por qué le dan plata a esa negra? ¿Por qué le dan cabida a esta gente? Lo que empecé a notar acá es que daba bronca que una organización liderada por una mujer fuera exitosa. Por una mujer, originaria de coyas, sin modales finos y morocha”.

Miquel, oriundo de San Luis y actualmente residente en la Ciudad de Buenos Aires, es un ex trabajador de diarios nacionales (varios, por caso) y medios alternativos que hoy se dedica a la fotografía de moda para costear proyectos como éste. El interés por la Túpac lo tenía desde hacía rato, ya que solía contactarse con los afiliados de la organización que viajaban a Buenos Aires a propósito de alguna manifestación. También conocía a Sala, a quien considera “una mujer extremadamente simple, que no tiene pruritos y que vive trabajando, haciendo cosas”. Pero aunque la idea ya estaba en mente, lo que lo terminó por impulsar fue el escándalo que rodeó a la organización cuando un grupo de personas le tiró huevos al senador nacional por Jujuy Gerardo Morales y que, después, cobró dimensiones poco felices. “Cuando se empezó a decir que eran grupos armados, narcotraficantes y violentos, dije: es el momento de mostrar desde otro lugar qué es lo que hacen”, recuerda Miquel, acostumbrado, desde la rama documental de la fotografía, a “ir a buscar desgracias, inundaciones, la peor parte del ser humano”.

El nombre de la muestra es contundente: “Tiene que ver con la unidad latinoamericana precolombina”, explica. Y a lo que remite, ante todo, es a “una comunidad organizada que vive con valores diferentes: la solidaridad, el trabajo, la verdad”. Simples aunque ingeniosos son los títulos que acompañan a las fotografías. “Plus valía”, un juego con el término marxista, retrata a una mujer trabajando feliz en una fábrica textil. “La plusvalía, justamente, es esa alegría que manifiesta”, explica Miquel. Otra mujer --verdaderas protagonistas de la muestra, incluso en los trabajos de construcción, llamativamente--, posó ante la lente luego de responderle al fotógrafo que su trabajo “estaba bueno porque no tenía patrón”. Y así se llamó la foto: “Sin patrón”. “La activista” muestra a una niña barriendo, y “Revolución” a un grupo de chicos en una guardería. También hay un buen número de fotografías destinadas a derecho a la información, una de las actividades solidarias que realizan los integrantes de la Túpac con el fin de acercar detalles de sus derechos a quienes no los conocen.

Abia Yala-Hijos de la tierra puede leerse de muchas formas posibles. Ya sea como “reivindicación del Estado o de la política”, “otra mirada sobre los sectores pobres”, un acercamiento a “una forma de organización distinta” o una reivindicación de los pueblos del norte. Lo cierto es que es una vuelta de tuerca. Sobre lo que produce en el espectador, Miquel concluye: “No puedo decir si logré comunicar lo que quise, por más que haya salido conforme. Vi gente que salía llorando, otra muy contenta y otra a la que no le había pasado nada. Los comentarios que dejaron en el libro eran buenos, salvo uno que dijo que lo que vio le hizo acordar a la sociedad nazi. Ojalá la fotografía tuviera el poder de cambiar la imagen de algo en la gente”.

sábado, 26 de diciembre de 2009

"Aprendí a disfrutar del encanto de las melodías vulgares" *


Consolidado desde hace años como uno de los más grandes del rock nacional, repasa con El Cruce varios tramos de su carrera y habla de su próximo disco con Nikita Nipone. Da sus definiciones sobre Charly García, Spinetta y Maradona. Dice que la suya es una "militancia intelectual" y sostiene que "pedir seguridad y paz, y no pedir educación, salud y trabajo es como tener una mano con dos dedos". Recuerda momentos conmovedores en su relación con el público. Y afirma que su vida y su arte van por el mismo camino. El placer y el dolor, la música, la política y la familia, según Calamaro.

Por María Daniela Yaccar y Facundo Gari

La Real Academia Española define como "popular" a aquello estimado o, al menos, conocido por el público, y asocia a lo "sofisticado" con lo elegante y lo refinado. ¿Es necesaria la exclusión de lo uno por lo otro? No para Andrés Calamaro. "Me considero popular y sofisticado", se define en una entrevista por e-mail con El Cruce. Y aquí la ambigüedad no es indecisión: el trovador configura en ese espacio liminal que va del to be or not to be mundano una identidad rockera excluyente y a la vez abrazadora, marginal tanguera y pop metropolitana, tan rioplantense como la murga; tan universal como el rock and roll. Él es al tiempo sexy y barrigón, turista y ciudadano en Buenos Aires, un noctámbulo que ahora se da el gusto de dormir frente al televisor.
De manera que la excusa para una entrevista no podía ser un único criterio palpable, sino la mismísima estancia en la que el cantante se hospeda: entre el regreso y el aggiornamiento, el set-box Andrés. Obras incompletas y el disco que prepara junto con Nikita Nipone, el retiro creativo y la compañía entrañable.

Grabaciones encontradas

- Las antologías tienen un aura de balance, de pausa para la introspección. ¿Fue, hasta aquí, todo “sexo, drogas y rocanrol”, a lo Spinal Tap?
- Obras incompletas es un balance de diez años de grabaciones y proyectos existenciales, el tercer acto de mi vida musical. Y fue el más destroyer y el más aventurero y personal, musicalmente hablando. Al principio era un “aspirante” y terminé al frente de mi propia banda. Después, formamos Los Rodríguez y fuimos turistas en Buenos Aires. A partir de entonces, tuvieron lugar mis grabaciones y mis tiempos más subterráneos, más arriesgados. Mi encuentro con los “maestros” del principado flamenco y el latin jazz. No fue todo “Spinal Tap”, pero cumplí con todos los mandamientos del rock sin descuidar el sonido y la música, la experiencia y la historia.

- ¿Cuáles fueron los criterios de selección de las canciones?
- No fue fácil, pero tampoco difícil. Llegado un momento, decidimos no escuchar más música, no intentar abarcarlo todo, y concentrarnos en recopilar canciones para seis buenos discos. Nos impusimos criterios sonoros, musicales, rockeros, poéticos y sentimentales. Durante todos estos años trabajé para que exista un repertorio ancho y propio. Es probable que mis canciones se sigan escuchando siempre, y ya formen parte de la biografía cantada de alguien.

- Lo que rápidamente se vuelve evidente es eso que le señalaron tantas veces: cumbia, tango, rock, pop... ¿No le pone limites genéricos a la canción?
- Le pongo límites “subgenéricos”... Aunque todos tenemos nuestros propios límites, confío en haberlos roto, en haberme rebelado contra mis limitaciones, en las grabaciones y en la experiencia musical.

- Se sabe que su gusto es ecléctico. ¿Su acercamiento con lo popular y lo elitista lo definió como artista?
- No sé. Me considero un artista de rock. Me parece lo más normal del mundo escuchar a Tom Jobim, The Residents, The Allman Brothers, Mastodon, Thelonious Monk y Rubén Blades. Fui educado en la tolerancia.

- ¿Y se considera un cantor popular?
-Bueno, ¡tampoco soy el más popular del mundo! Digamos que me considero popular y sofisticado.

Honestidad brutal

- ¿En algún momento de su carrera le tuvo temor a la cursilería?
- Cuando era un adolescente presumía de gustos elitistas, pero con el tiempo me fui relajando un poco y aprendí a disfrutar del encanto de las melodías vulgares y del oficio de la mayoría de los cantantes.

- En ese camino tuvo momentos dulces y amargos...
- En cuanto a mis amarguras “musicales” o satelitales a la profesión, los disgustos son inversamente proporcionales a las expectativas en torno a un disco, a un lanzamiento, al desarrollo de un álbum. Si bien la música es de naturaleza benigna, es una materia que sólo puede alegrarnos el espíritu. La convivencia no es sencilla, y sufrimos por igual los principiantes y las “figuras”. Argentina es un sitio rockero pero complicado. Frente a las amarguras están las alegrías, desde las íntimas y sutiles -como el sonido logrado en un ensayo, el placer puro de tocar, una grabación que nos gusta- hasta la consagración de la primavera de las ideas. Puedo celebrar el recuerdo de suficientes triunfos. Sin embargo, estoy disfrutando más ahora que antes, porque me encuentro más seguro para cantar y enfrentar la responsabilidad otorrinolaringóloga. Además, los momentos dulces no tiene relación directa con los triunfos y el éxito; los músicos sabemos que disfrutamos tocando porque es nuestra pasión, una de las cosas que más nos gusta hacer, y vamos a celebrarlo en bares o en grandes recintos. Las pérdidas, los compañeros que se quedaron en el camino, son la sombra que nos acompaña y también es el orgullo de haber compartido, con ellos, los momentos más gratos. Me costaría seleccionar un único momento dulce: vivo intentando generar placeres hedonistas y me siento bendecido por el respeto de los músicos y el afecto de mi pueblo.

- Con La lengua popular apareció un Calamaro en transición. "Ya no soy el viejo Andrés que no dormía jamás", confiesa en una canción. ¿Vivió ese momento como una suerte de renacer como artista?
- No me atrevo a decidir entre los conceptos “renacimiento” y “transición”. Mejor dicho, acepto ambos estadios como posibles y necesarios. La transición y el renacimiento. La lengua popular fue un gran disco porque la química musical con Cachorro López resultó brutal, muy positiva. Antes había grabado discos de género o “de culto”, como El palacio de las flores --éste a medias con Litto Nebbia--, las producciones madrileñas de Javier Limón y el propio El salmón. Quizás El regreso y Made in Argentina sean, literalmente, mi “renacimiento”, o contemplen una etapa que bien podría considerarse así.

- ¿Cuánto influyó en eso haber encontrado "la mitad del amor"? ¿Y ser padre?
- Se supone que los poetas están más influenciados por la carencia de “la otra mitad”, que es esa clase de concepto, como el amor, la lealtad y la libertad, que terminamos de comprender cuando no están; en ausencia de... Pero nunca había vivido con la fantasía persistente de formar familia, no estaba en mis cálculos. Además ya había vivido transiciones violentas antes: la consagración del oficio, los estados alterados, cambiar de continente y de país, volver a empezar, diferentes “rehabs”, la convivencia, la ruptura, la reconquista, hacerse de abajo, hacerse de arriba... Ya había cambiado antes. Vivir con una persona extremadamente joven es un estadio que me hace más parecido al resto de los hombres y las mujeres: Pero supongo que ésta es una realidad que va a seguir cambiando según las etapas de vivir y criar ocurran.

- ¿Salió de eso una forma de componer canciones diferente, lejos de lo que era el encierro exacerbado que mantuvo durante algún tiempo?
- El encierro es ideal. Difícilmente encuentre un método mejor. ¡Sufrir y gozar al mismo tiempo! Sin embargo, acepto otras prácticas, como la necesidad, el aburrimiento y el archivo.

El cantante

- Desde sus comienzos hasta aquí, ¿siente que mutó su relación con el público en los conciertos?
- Al comienzo no tenía relación. Además, el público era menos y otro. Después de militar en Los Abuelos de La Nada volví a enfrentarme a un público importante con Los Rodríguez, aunque mis regresos en 2005 me sorprendieron un poco y mis aterrizajes en México y Colombia, en 2008, fueron conmovedores, mucho más enormes de lo que podría haber imaginado. Difícil de explicar con palabras.

- ¿Qué se puede adelantar del disco con Nikita Nipone? ¿Tiene fecha de lanzamiento?
- No tenemos fecha. Tenemos un repertorio y son todos textos de Jorge Larrosa. Bajo ese manto es que colaboramos con Nikita Nipone. De momento, estamos terminando tres tracks que grabamos con Rafael Arcaute para mostrarlos a finales de año mediante un lanzamiento virtual, como corresponde a los tiempos y las costumbres digitales.

- Le había deseado suerte desde su página. ¿Qué le pareció finalmente el “regreso” de Charly en Vélez?
- No fui a Vélez, lo vi una semana después en “La Viola”. Y si yo tuviera una semana para televisar mis recitales no resistiría a la responsable tentación de retocar detalles en el sonido y la performance. No sé si fue el caso de Say No More y su banda, pero lo que escuché sonaba bastante impecable. La versión de “Llorando en el espejo” me llamo la atención por el balance del sonido y la interpretación correctísima.

- ¿Y qué opina sobre el otro gran “regreso” de este año, el de las bandas de Spinetta? Almendra, Invisible, Pescado Rabioso, ¿fueron una influencia para usted?
- Spinetta es inobjetable, para mi generación es un autentico héroe, una persona querida y admirada y una influencia compleja, quizás inabarcable. Escuché muchísimo a Spinetta y sería un grandísimo honor cantar con él de nuevo, como en Privé, Vida cruel o cuando me invitó a cantar en la presentación del disco La La La, suyo y de Fito Páez, en Obras Sanitarias.

Hotel Calamaro

- También desde su página, defendió al técnico de la Selección y reprodujo unas palabras de Alejandro Dolina al respecto. "Maradona no es una persona cualquiera, es un hombre pegado a una pelota de cuero. Tiene el don celestial de tratar muy bien al balón. Es un guerrero." ¿Falta entender eso?

- Irremediablemente voy a defender a Maradona de los ataques verbales de los hipócritas de la clase media y su reflejo en la opinión. Todos lo entendían cuando generaba alegrías y orgullo, y para mí siempre será ése Maradona. El cariño y el respeto por las personas debería ser infaltable y deberíamos aprender a querer definitivamente a nuestros héroes. Alguien me mandó ese fragmento de Dolina, que no es ningún macaneador, sino una persona culta que sabe muy bien lo que dice; no es ningún frívolo y no sigue la corriente de la barbarie informativa, ni la opinión antropófaga.

- Y ya que hablamos de fútbol, ¿sigue los campeonatos argentinos?
- No sigo demasiado el campeonato local, aunque a veces veo algún partido. Tengo amistad con el fútbol, pero soy menos que un hincha. Tampoco lo juego.

- ¿Y qué hace Calamaro cuando se sale del músico, cuando llega a casa y deja el abrigo en el sillón? ¿Cuál es su rutina como civil? ¿Tiene alguna actividad que considere una pérdida de tiempo pero que aún así realice, sencillamente porque lo hace muy feliz?
- No soy una persona diferente para la música que para el resto de las cosas. Me gusta conversar de arte, de cine, de política y de música. En casa hacemos lo mismo que hace todo el mundo: contesto el correo y me duermo viendo televisión. Si algo me hace muy feliz no es una pérdida de tiempo. Lo que es una pérdida de tiempo es todo lo demás.

Nadie sale vivo de aquí

Y "nadie puede presumir de integridad sin conocer a los enemigos que amenazan", según asevera AC en el prólogo del libro Postales tumberas (Aguilar), de Jorge Larrosa, su "ñeri", el tercero del "colectivo literario no intelectual" Los Poetas de la Zurda. El Salmón los conoce: "Comparto el dolor y las dificultades de mi pueblo", y por ello subraya que "endurecer la ley y reprimir no va a solucionar la peligrosidad ni la sensación de indefensión".

- Volviendo sobre la crítica a la construcción que hacen los medios, ese "libreto" que es producto de recortes de lo que unos y otros dicen. ¿Puede aplicarse esa lectura a la incidencia sobre lo que Susana Giménez declaró a propósito de la pena de muerte y sobre la represión para generar una opinión pública?
- No creo que Susana Giménez pida, realmente, la pena de muerte; aunque exista en Estados Unidos. Lo que quiero decir es que tampoco es algo tan ajeno al mundo occidental. La mano dura no va a solucionar nada. Esta violencia es imparable. Hay que reconstruir el país y el espíritu argentino y eso va a ser muy complicado. Argentina no es New York. En mi humilde opinión, endurecer la ley y reprimir no va a solucionar la peligrosidad ni la sensación de indefensión. Creo que hay un énfasis en el reparto del poder político y los factores socioeconómicos están desatendidos.

- ¿En qué sentido?
- Pedir “seguridad y paz” y no pedir “educación, salud y trabajo” es como tener una mano con dos dedos. Y cortarse tres dedos de una mano es una idea brutal y dolorosa. Este es un pensamiento prestado -lo hablaba almorzando con Adrián Dárgelos (N de R: cantante de Babasónicos)-, pero es una razón de estricta actualidad, y un razonamiento que, mucho me temo, no va a perder vigencia nunca. Como siempre, el pensamiento debería ser materia de debate, lo mismo que la desatención cultural, la educación como base de la cultura nacional, la salud y la vivienda como derechos humanos y el trabajo como unidad de comportamiento y subsistencia.

- ¿Se refiere al gobierno nacional?
- Creo que este gobierno, además de nacional, es popular y democrático. Es el que elegimos en las últimas elecciones. Creo que hay que ser más cuidadoso con el tratamiento que le damos a la investidura democrática. No hay que perder el norte, ni el respeto que merece el concierto democrático: sufrimos la dictadura y tendríamos que ser más reflexivos.

- Usted se definió como un hombre de izquierda al que no le gusta "el mundo que tenemos". En ese sentido, ¿concibe su carrera artística como una forma de militancia?
- La mía es una militancia intelectual, la que en los 70 se llamaba “militancia profesional”. Soy músico y ciudadano: mi preocupación es la militancia. Y mi aventura musical y mi vida son casi la misma cosa. Las canciones tienen componentes políticos y sociales, reflejos de la realidad y de las ideas.

- ¿Y qué sucede cuando las ideas de alguien al que usted admira por su carrera son tan contrarias a sus convicciones como para no poder dejarlo pasar, atendiendo a las declaraciones de Spinetta y Sandro por ejemplo? ¿Y a la inversa, cuando sus seguidores lo critican por alguna actitud, como el consumo de drogas?
- El “afuera” no me merece confianza. Hay demasiada agresión y pocas razones en las opiniones. Sólo me importan las críticas sensatas. Los ataques desaforados me rebotan. Además, desconfío de la mayoría de las personas que jamás se hayan intoxicado. Y en cuanto a Sandro y Spinetta, creo que son frases nada más, no opiniones. Pero Sandro y Spinetta son artistas y ciudadanos; pueden pensar y decir lo que quieran. Yo puedo respetar una opinión, un sentimiento, incluso un instante de bronca. No es el caso de Sandro o Luis Alberto, pero hay una gran diferencia entre un pensamiento conservador y la locura reaccionaria y racista.

- Al referirse a la tragedia de Cromañón, culpó a la "vista gorda, un folklorismo que aceptamos como parte de la viveza criolla" y estigmatizó la figura de los managers que "tienen mejor coche y mejor ropa" que los músicos. ¿Está de acuerdo con la sentencia judiciales en ese caso, entonces?
- Fue una tragedia irreparable. No escribí esa frase pensando en el manager de Callejeros, claro que no. Tampoco puedo estar de acuerdo con el resultado judicial: el pirómano sigue libre, hay demasiados cómplices y veinte años a Omar Chabán es una monstruosidad.

* Publicado en El Cruce Número 2, diciembre de 2009.

"El secreto de sus ojos tocó una cuerda, pero todavía no sé cuál"*


“Prestar atención a las decisiones en las que uno involucra su dignidad y sus principios” es, según el cineasta, la base necesaria para contar grandes historias desde la vida cotidiana. A los 50 años, el realizador se encuentra en uno de los momentos más intensos de su carrera. Mientras trasciende en el mercado estadounidense, prepara otros proyectos.

Por María Daniela Yaccar

"Tocar una cuerda", llegar hasta las fibras más íntimas del público: de eso se trata hacer cine para Juan José Campanella. Con su nuevo trabajo, "El secreto de sus ojos", el director cumplió con su cometido de siempre. La película comporta una curiosa mezcla de intriga, humor y emotividad que suscitó la adoración inmediata de los espectadores, tanto aquí como en España, donde la obra de Campanella es muy valorada. Es cierto que es un policial. Sin embargo, la trama está construida por personajes entrañables y comunes, y recrea la atmósfera cotidiana que ya se volvió casi una marca del autor, su sello más personal.
Es lo mismo que logró con "Luna de Avellaneda" y "El hijo de la novia", o con el programa de televisión Vientos de Agua, con las raíces y el desarraigo como trasfondo de las historias. "Todos los días de nuestra vida tomamos partido en cosas en las que están en juego otras más grandes", explicó a El Cruce el cineasta, que hoy distribuye su tiempo entre contar ese tipo de historias y dirigir series para la televisión estadounidense. Por estos momentos, prepara una película de animación --una coproducción argentina-española--, trabaja en algunos proyectos para la televisión argentina y disfruta de las repercusiones de "El secreto…", precandidata para competir por el Oscar.

--¿Qué es lo que le llamó la atención de "La pregunta de sus ojos", la novela en la que está basado el guión de la película?
-- Son varios los factores. Estuve mucho tiempo sin hacer una película porque no encontraba una historia que me provocara un desafío nuevo y que no se alejara de lo que a mí me gusta contar. El policial me gustó siempre, pero lo que más me llamó la atención de la novela de Eduardo Sacheri fue que, a diferencia de lo convencional en el género, los protagonistas eran gente muy común: no había un detective borracho típico de cine negro o una banda de ladrones. No había cosas de un mundo al que yo no pertenezco. Esa mezcla del género con historias extraordinarias de gente común me gustó mucho, y a eso integré la memoria y las decisiones de vida, que son temas con los que también me encanta trabajar.

--Eso de contar grandes historias desde la cotidianidad de personajes comunes es una constante en su obra. ¿Cómo se logra?
--Ese es un poquito el corazón mismo del arte, aunque prefiero reservar esos términos para los que opinan. (Alejandro) Dolina decía que la función del artista es detenerse donde los demás siguen de largo. Pero la verdad es que no hay ningún secreto. En "El hijo de la novia" lo que contamos es la historia de mis viejos. Y "Luna de Avellaneda" es la historia real de un club de Avellaneda en la que aparecen los debates que se hicieron en infinidad de clubes a lo largo del país. Es cierto que en "El Secreto de sus ojos" la historia no es tan real, porque no todos nos enfrentamos a un crimen todos los días. Y eso de lo común está más bien en la génesis del personaje, porque aunque trabaja en Tribunales mantiene relaciones personales de amistad que son las mismas que nosotros vivimos.Creo que todos los días de nuestra vida tomamos partido en cosas en las que están en juego cosas más grandes. Permanentemente uno toma decisiones en las que involucra su dignidad y sus principios. Quizás no somos conscientes de eso cuando está ocurriendo, y ahí está la tarea del que sabe verlo.

--Y para favorecer esa construcción de la historia desde personajes comunes ¿qué papel juega la técnica?
--Una de las claves visuales de la película son los ojos de los personajes. Mi idea era que el diálogo cuente una historia y los ojos otra. Y que la combinación de esos dos elementos conforme una tercera, que es la película. Para lograr eso se necesitaba estar mucho más cerca de lo usual, por eso hice mucho uso del primer plano. Justamente lo que diferencia al cine de las otras artes representativas son los ojos.

--¿Por qué cree que la película conmueve tanto?
--Lo que está ocurriendo con la película nos sorprende mucho. No era ni la expectativa máxima. No puedo ponerme en el lugar del público, pero obviamente una cuerda tocó. Con "Luna de Avellaneda" me pasó lo mismo. "El secreto…" tocó una cuerda pero todavía no sé cuál. Va más allá de que la película guste o no. Algo tiene que estar pasando en el inconsciente colectivo.

Evidentemente, en 2004 algo estaba pasando en el inconsciente colectivo argentino. Fue el año en que apareció "Luna de Avellaneda", una película filmada en el sur del conurbano bonaerense que contaba la historia de un club social y deportivo a punto de convertirse en casino, con el tema de la emigración de fondo. La película redundó en una ley homónima, que apunta a preservar esas instituciones populares.

--Además de llegar a la gente, "Luna de Avellaneda" redundó en beneficios concretos para los clubes. ¿Cómo vivió eso?
--De todo lo que hice, fue la película que más me afectó en lo personal. Tuvo una enorme vida extra-cinematográfica y política. Una vida más allá de que la gente la haya visto y haya salido afectada individualmente. Hasta hoy se pasa en talleres, en grupos barriales, en sociedades de fomento… El éxito que había tenido con El hijo de la novia no me había frenado. Por eso, el efecto que tuvo Luna… en la sociedad para mí era imposible.

--Desde entonces, ¿cambió su perspectiva con respecto al cine? ¿Cree que una de sus funciones es abrir discusiones o apuntar a un cambio?
--El cine puede ser un vehículo de cambio pero no es para lo único que sirve. Por ejemplo, "El secreto…" no apunta para ese lado. Ser un director de cine es contar la mejor historia, y no siempre esa historia tiene que ver con lo que está ocurriendo en la sociedad. A mí lo que más me gusta es la comedia, y si bien uno puede decir que los hermanos Marx plantean una visión sobre la vida, el hecho es que son cómicos y punto y aparte. Para que el cine sea un vehículo de cambio se tiene que dar la conjunción de varios planetas: crear la película correcta que toque una cuerda de una sociedad en el momento correcto. Quizás si "Luna de Avellaneda" se hubiera estrenado en los noventa hubiera pasado sin pena ni gloria.

--¿Se trata, entonces, de hacerse eco del clima social en un determinado momento?
--"Luna..." es mi proyecto más hijo del momento. La escribimos en el 2002, un momento en el que uno como argentino no podía evitar el afuera. No se trata de hacerse eco, si no de sentirlo uno. La verdad es que ninguna de las películas la hice con la intención de hacer eco de un sonido que estaba escuchando. Fue más bien emitir un sonido que me estaba naciendo de adentro. Yo no era un visitante de afuera que miraba lo que ocurría. Todos estábamos pensando: ¿Qué hacemos? ¿Nos quedamos? ¿Nos vamos?

--Y en el caso de "El secreto de sus ojos", una historia que nos retrotrae a la conflictiva década del setenta, ¿qué sentido puede cobrar en la actualidad?
--Todo lo que tiene que ver con la historia del país es una lectura posterior, porque la historia mayor de la película es la de los personajes. Nuestra historia de país no es el énfasis principal de la película. Sin embargo, a mí siempre me gusta ubicar a los personajes en un contexto histórico, aunque sea una historia que transcurre en el presente.

--¿Pensó en presentar una postura sobre la pena de muerte y la justicia por mano propia a través de la película?
--No, pero es posible que haya sido parte de la cuerda que tocó, aunque de manera casual. La película fue pensada antes de que se iniciara esa discusión. De hecho, cuando Susana Giménez hizo declaraciones sobre ese tema, nosotros ya estábamos terminando la película.

Campanella inició su carrera en Argentina, donde hizo su “meritorio de dirección”. Después viajó a Estados Unidos para continuar sus estudios, filmó allí algunos largometrajes y se dedicó también a la dirección de series televisivas como "La ley y el orden" y "House MD".

--¿Qué le aporta la combinación de los trabajos que desarrolla en Estados Unidos y en la Argentina?
--Yo vivo de la televisión, que para mí es un entrenamiento porque puedo probar nuevas técnicas, cada tanto y dentro de los límites de cada programa. Son ese tipo de cosas que obligan siempre a resolver de una manera que por ahí no sería la que cuenta uno, que es lo que sí puedo hacer con mis películas.

¿Cómo evalúa el actual cine latinoamericano?
--No lo conozco. Y la verdad es que ninguna persona de Latinoamérica conoce demasiado del cine que se hace en otros países de Latinoamérica. Hay un fenómeno que es mundial: las películas que más se ven en cualquier país del mundo son las de Hollywood y las del propio país. Se hacen semanas del cine argentino, brasilero. En los festivales hay seminarios y mesas donde tratan de juntar el cine latinoamericano. Y es todo inútil, es tratar de tapar, ir a pelear contra una inundación con un vaso.

--¿Y por qué no conocemos el cine de otros países de Latinoamérica?
Si buscamos una unión latinoamericana, lo ideal sería que nos empiecen a enseñar un poco de historia actual del resto de los países. No nos va a interesar lo que pase en el resto de América Latina porque se estrenen cinco películas por año, por más de que se estrenen. Esto tiene que empezar en nuestra educación. Para nosotros el resto de Latinoamérica muere cuando Cortés ataca a los incas. Ahí agarran la manija de nuestra historia los españoles y no la sueltan más. La integración latinoamericana tiene que empezar en la escuela, no la puede generar el cine.

--El cine argentino, según los críticos, presenta rasgos que lo definen. ¿Existe el movimiento conocido como nuevo cine argentino?
--El cine argentino es un gran número de individualidades en las que cada uno cuenta su historia, algunas relevantes y otras no. Unas tienen un enfoque social, otras sobre el individuo. A veces es algo totalmente onírico que habla del mundo interno del director, y otras simplemente quiere entretener. No creo que tengamos que buscar una regla estricta con respecto a lo que el cine tiene que tener.

"El secreto de sus ojos" dio inicio a un momento importante para su carrera: la película protagonizada por Ricardo Darín y Soledad Villamil es precandidata al Oscar. Así, Campanella está a pasos de repetir la experiencia que vivió años atrás con la nominación de El hijo de la novia (2001).

--La película se quedó sin premios en el Festival de San Sebastián. Darín culpó al “revuelo periodístico”. ¿Puede el éxito de una película ir en detrimento de la obtención de un premio?
--Sí en el caso de los premios de festival, porque son siete personas que hablan entre ellas y deciden a qué película se le da el premio. Generalmente, son las que lo necesitan. Durante el festival de San Sebastián, El secreto de sus ojos era la favorita de las críticas y del público. Nosotros dijimos “no va a ganar ningún premio". Dicho y hecho. Distinto es el caso del Oscar, siempre lo dije. Es el premio más transparente de todos, porque la cantidad de votantes y la incomunicación entre ellos hacen que ninguna decisión sea consensuada.

--¿Y qué valor le concede a ganar un Oscar?
--Hay que poner categorías de importancia. Respecto de la aprobación o validación, es lindo ganarse un premio. Obviamente es mejor ganarse un premio que no ganárselo, y para mí es el premio más importante y representa una satisfacción personal. También favorece, claro, la difusión. Pero en cuanto a lo que vale la película en sí misma, ningún premio lo modifica. Tampoco lo que uno o el público piensan.

Una ayuda para el cine nacional

"Financieramente, el cine argentino está en una situación espantosa", advirtió Campanella. "Es cada vez más difícil. Este año prácticamente no se filmó nada. Y el próximo año casi ni va a haber películas argentinas", lamentó. Campanella manifestó su apoyo a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, porque considera que puede tender a "ayudar a la producción nacional",
Es que la norma establece una cuota de pantalla, según la cual los licenciatarios de servicios de televisión abierta deben exhibir 8 largometrajes nacionales por año. "Yo hubiera ido por más beneficios, pero obviamente va a ayudar", sostuvo el cineasta. También destacó el hecho de exigir a las televisoras que produzcan cine por el 0.5 por ciento de su facturación, aunque señaló que "es más liviana que en otros países, como España", donde el porcentaje asciende a 5.
Más allá de la ayuda que pueda representar la Ley para la industria cinematográfica local, otro empuje podría darlo una mayor comunión entre los países latinoamericanos. Porque "cuanto más grande sea el mercado potencial de una película, habrá más cine".

*Publicado en El Cruce Número 1, noviembre de 2009.

Milo Lockett: "El arte une a las personas y las iguala".- *


Fue ajero, verdulero, cortó el pasto y fue dueño de bares. Luego, apostó a fabricar indumentaria, pero la crisis de 2001 lo dejó en bancarrota. A partir de allí, el chaqueño colgó la corbata y agarró el pincel, relegado por sus compromisos como marido y padre. Ahora hace "arte social", según él mismo define: entre Resistencia y Buenos Aires, reparte cuadros por encargo y acciones solidarias.

Por María Daniela Yaccar
Fotografía gentileza de PersonAllY

Buenos Aires, diciembre 18 (Agencia NAN-2009).- La historia de Milo Lockett cumple con todos los requisitos para convertirse en una película épica de la posmodernidad. O, por qué no, en uno de esos dramones que llevan implícita la cuestión del ser o no ser y que emocionan hasta las lágrimas. De ese cine emerge un tipo de plot, con elementos tales como la rutina, la automatización, lo prefabricado de todos los días y la presencia de un deseo tan fuerte como para dar vuelta la página y escribir otra historia. O como para volver infeliz de por vida a quien no se anima. No obstante, como Lockett se volvió protagonista de su película sin predecir el final, quizás su vida sea más bien digna de ser encuadernada en un Elige tu propia aventura.
Los caminos eran dos: seguir manejando la fábrica textil de Resistencia, Chaco, o dedicarse de lleno al arte. Con miedo, pero también con determinación, Lockett se salió de la matrix a los 40 años y tomó la decisión más difícil: pintar. Como sentía que le quedaba tiempo, combinó su arte con la solidaridad y, entre otras cosas, trabaja en su provincia natal con chicos con síndrome de down y con los aborígenes Wichi y Pilaga. A la par, envuelto por el reconocimiento inusitado que en los últimos años adquirió en Buenos Aires, por estos días pinta a toda máquina en su taller de Belgrano, y en Palermo dio vida a una criatura interesante: un parque navideño hecho con envases de Tetra brik, iniciativa de la fundación Tetra Pak para el reciclado. La maqueta --cinco árboles de navidad en altura, murales y tótems-- contó con la ayuda de los niños que se acercan y que participan de los talleres de pintura que Lockett brinda en la Plaza de las Naciones. Durante la inauguración, algunas de sus obras fueron subastadas a beneficio de la construcción de una Casa Garrahan en Chaco.

-- Resulta llamativo el material con que está hecho el parque…
-- Hoy nadie puede decir con certeza si una cosa es arte. Estoy seguro de que éste es un hecho artístico, una intervención urbana dentro de un modo de expresión. Si algo es arte o no, se mide cada cincuenta años, de acuerdo a lo que aporta al lenguaje. Estoy muy contento con el resultado, sobre todo por poner a los chicos en contacto con la situación del medio ambiente. Además, me gusta mucho trabajar con ellos. Tienen una energía muy particular y los que pintan, lo hacen de verdad.

Chaco, 2001

Se sabe: tiempo de crisis para todo el mundo, gran impacto en las fábricas. Contexto en el que emerge el nuevo Milo Lockett, empresario devenido en artista plástico autodidacta y full time, que antes fue ajero, verdulero, cortó el pasto y tuvo bares, “siempre feliz”. “Cuando sos chico querés ser Superman”, reflexiona ante Agencia NAN al referirse al momento en que dio el giro a su vida, y pronto se da cuenta del exabrupto: “Bueno… ya no era tan chico”. Sí que era un niño cuando mostró por primera vez un cierto interés por el dibujo, en los talleres de la Escuela de Bellas Artes. Ya de grande, inspirado en Jorge de la Vega, descubrió su amor por la pintura. “Fue el artista que me movió la cabeza, el que me hizo tomar la decisión”, concluye.

-- ¿Cómo fue ese momento?
-- Por la crisis cerré la fábrica y decidí que me iba a dedicar a pintar. Antes lo hacía, pero no con la intención de mostrar. Tomé la decisión de un día para el otro. Y se modificó toda mi vida. Tengo una esposa y una hija, por eso fue difícil decir que quería hacer esto y abandonar el marco de seguridad que brinda un empleo. Pero me apoyaron mucho.

-- ¿No tuvo miedo?
-- Cada vez que uno hace una vuelta y decide cambiar la dirección, hay un poco de miedo. Era el temor natural, el de cualquier persona cuando siente ganas de hacer otra cosa sin saber cómo le va a ir. El artista tiene que arriesgar todo. No puede haber arte si no hay riesgo o incertidumbre. No se puede hacer desde un lugar de seguridad, más allá de la seguridad propia.

-- Es una buena recomendación para un artista desanimado…
-- Tiene que trabajar mucho. El gran problema de los artistas es que creen que la sociedad les tiene que rendir pleitesía por el sólo hecho de serlo. Después, la vida te va enseñando una cosa muy básica: no se puede recibir sin dar nada. No hay que ubicarse en un lugar de genialidad, porque no es propia del artista. Es del obrero, del ingeniero, del médico. Yo creo que el éxito se mide de distintas maneras.

-- ¿Y cuál es su forma de medirlo?
-- Fui exitoso en el momento en que elegí dedicarme a la pintura, cuando dije "mi mundo es este". No por todo lo que me pasó después. Y si esto tenía que pasar, no es porque yo era un genio. El arte es otra cosa. Es una necesidad. Y para mí, que tengo una mirada visual como artista plástico, es un modo de ver.

-- Y en ese modo de ver al arte, está el parentesco con la cuestión social…
-- El arte se ve siempre como una cosa inútil. La pregunta es para qué sirve un cuadro y la verdad es que más que para colgarlo en la pared… Por eso me parece interesante mezclarlo con lo social. Arte es la palabra más globalizadora. Une a las personas y las iguala. Las vincula sin discriminar socialmente, por diferencias de religión o por edad. Resume la comunicación, sea visual o no. Lo importante es que los proyectos que desarrollo junto a otros artistas son como un recreo para las personas que participan.

-- ¿Cuáles son los temas que más le preocupan?
-- Los dos extremos: la niñez y la vejez, el principio y el final de la vida. Son los sectores más desprotejidos. Y más allá de eso, me preocupa la distribución de la riqueza y la igualdad de oportunidades. También, la situación de los aborígenes. Tenemos que empezar a tratarlos como seres humanos y no como "comunidades". Y ser más respetuosos con su forma de ver el mundo. Me parece que les hemos hecho mucho daño desde la religión y desde lo cultural, y sobre eso hay que reflexionar. Los hemos invadido y abandonado a su suerte.

Buenos Aires, 2004

“Oportunidad es una palabra que gira en mi obra, porque la pregunta es por qué yo tuve la posibilidad de plantear este modo de vida”, dispara Lockett. Tal vez, la respuesta esté en el pragmatismo que caracterizó la toma de la decisión inicial y que se mantuvo en las posteriores. No por nada, hace cinco años cayó en Buenos Aires convencido de que quería vivir del arte. Y en poco tiempo, sus obras “poco pretensiosas”, coloridas, alegres, de “lenguaje primario” y con influencias del art brut, lo volvieron uno de los favoritos del público. De hecho, en las ediciones de Arte BA de 2006 y 2007 fue el artista que más vendió. Pronto, con el merecido mote de “gran revelación”, sus cuadros comenzaron a viajar por el mundo.

-- ¿Cómo fue su llegada a Buenos Aires?
-- Áspera. Es una ciudad difícil y a la vez muy generosa. Llegué por una fisura del sistema. Vi luz y entré. No estaba dentro de las becas, no pertenecía a ninguna galería ni escuela de arte. Vine buscando un lugar, me animé a recorrer, a mostrar mi obra. Vivir de esto era lo primero que tenía en la cabeza. No quería pintar y manejar un taxi. Es difícil saber exactamente cómo fue. Sí hubo mucha gente que me acompañó, como Teresa Anchorena, mi galerista, con la que estuve casi cinco años. Y después, me eligió el público y estoy agradecido. Sin público no hay artista.

-- ¿El reconocimiento fue como burlar los límites de la centralización de la cultura en la Ciudad de Buenos Aires?
-- Se dijo que yo era un artista de una provincia pobre que ahora le vendía a la gente rica. Eso es interesante. Por mi parte, yo nunca me sentí inhibido por eso. Al contrario, siempre tuve mucha avidez de aprender y expectativas por conocer. Eso hace mirar de otra manera, estár más ávido y atento a lo que pasa. La gente que vive en las capitales no puede levantar la cabeza y darse cuenta de algunas cosas, está muy encerrada por el mismo sistema de la metrópolis.

-- No puede despegarse de su tierra natal. Por eso sigue viviendo allá, ¿no?
-- Vivo allá y, también, un poco acá. Trato de ir adaptándome. Si bien toda mi carrera sucede en Buenos Aires y afuera, cinco años para atrás sucedía en el Interior. Y yo no abandono esa primera etapa, la tengo muy presente. No hay que olvidarse de dónde viene uno, eso es lo que mantiene la identidad. Y yo siempre voy a ser de Chaco. Y claro, allá me gusta vivir porque están mis amigos, mis afectos, mi hija, a quien no le podría modificar la vida, y mi esposa.

-- ¿Y cómo vivió el traslado de su carrera de Chaco a Buenos Aires?
-- En una primera etapa sentí mucha presión. Cuando uno empieza a ser reconocido o referente, todo empieza a tener otro peso. Por ejemplo, la palabra. Yo estoy hecho, en mi mundo, pero a los 40 años soy referente de gente de 20. Tengo 20 más de vida, que de por sí no garantizan nada: podés transformarte en un pelotudo total. Hay que ser muy responsable. Una decisión incorrecta hace mucho daño, a veces irreparable.

-- También podría ser un referente para nuevos artistas. ¿Lo cree posible?
-- No sé si podría abrirles el juego. Sí siento que hay mucha gente que al ver lo que hago queda con ganas de pintar, porque el mío es un lenguaje primario. Mi obra no es tan pretenciosa. Y eso abre la puerta para que otro diga "yo también puedo pintar". No es que trato de bajar el lenguaje, si no de ser más legible, más entendido. Muchas veces los artistas pintan pensando en que están construyendo una obra de arte y eso les genera mucha presión. La mía no tiene esa pretensión de obra de arte y por eso es accesible. Generó mucho nuevo comprador de arte. Personas que nunca compraron un cuadro se acercan.

--¿Es ese el público que pretende conquistar?
-- Creo que no hay que ser prejuicioso con el público, ni con los coleccionistas ni con la gente que quiere comprarse un cuadro y no sabe nada de arte. En realidad, no sé quiénes son los que saben, es otra cuestión para preguntarse. Muchas veces me compro cuadros sin saber sobre los autores o los detalles de la técnica. Por eso decía que el arte une. De hecho, conocí mucha gente famosa, con una posición muy buena. El arte es maravilloso porque te permite sentarte en la mesa con quienes nunca te hubieras sentado.

-- Y para más adelante, ¿qué se trae entre manos?
-- Por ahora, creo que me voy a retirar para trabajar más en lo social. Me gustaría trabajar más en la problemática social, desde un lugar más activo. Me gusta dedicarme de lleno a las cosas. Hoy soy más pintor. Tal vez haga una etapa de mucha pintura y después la deje. No quiero hacer nada a medias ni por etapas.

* Mañana y pasado de 16 a 19 en el Parque Navideño Reciclado (Figueroa Alcorta y Austria, Ciudad de Buenos Aires) se realizarán los últimos Talleres de Arte con Envases para niños, a cargo de Milo Lockett. La entrada es libre y gratuita.

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Publicado en Agencia NAN el 18 de diciembre de 2009.

Libros que viajan.- *


Libros que giran, libros con alas, libros a la deriva. En fin, libres los libros. De eso se trata la campaña que llevan adelante desde hace casi un año dos publicistas que promueven el "tráfico" de libros de una manera muy original: dejarlos en la calle como si fueran olvidados para que quien lo encuentre, después de leerlo, repita la operación y alimente la circulación de textos. “La idea es que la gente lea un poco más, pero sobre todo buscamos que las personas opten por hacer algo por el otro", afirman los creadores del proyecto Yo leí este libro.

Por María Daniela Yaccar
Fotografía de Sofía Lobo

Buenos Aires, noviembre 19 (Agencia NAN-2009).- Yo leí este libro tiene aires a esa historia cortazariana en la que un diario abandonado en un banco de plaza muta en un montón de hojas impresas y que, cuando alguien se apropia de ellas, retornan a su condición original. Con la salvedad de la metamorfosis final, según la cual esas hojas se utilizan para empaquetar medio kilo de acelgas, la secuencia de acciones que proponen Federico Sordo y Germán Barbato es la misma que supo retratar el genio escritor: dejar libros en lugares en los que parezcan olvidados para que quien los encuentre repita la operación. “Buscamos que la gente lea un poco más, pero la idea trasciende la cuestión cultural. Tiene que ver con el compromiso con el otro y con rescatar valores sociales”, definieron los creadores de este “tráfico”, como les gusta llamarlo, un modelo que ya fue importado en otros países.
En enero de este año, Federico y Germán tuvieron una simple pero gran idea: compraron libros baratos y empezaron a distribuirlos en bancos de plaza y cajeros automáticos. Por fuera, y con la idea de que parezcan dejados a la deriva, sin querer, no había ninguna señal de que formaban parte de su proyecto. Pero en la primera hoja todos presentaban una serie de “instrucciones a seguir cuando uno encuentra un libro sin dueño” en las que todo está permitido --¡hasta venderlo!--, excepto quedárselo: “Ése no sería un buen gesto de su parte. Porque no sólo se estaría quedando con el libro, sino que estaría privando a alguien que lo pueda leer”. La decisión ideal del transeúnte no distraído es que se lo lleve a su casa, claro, pero no sin después “dejarlo en el lugar que prefiera para que otra persona lo encuentre”.
La iniciativa surgió de un concurso académico --ambos son estudiantes de publicidad-- que invitaba a crear una gráfica para fomentar la lectura. “Sentíamos que con una imagen no pasaba nada, y se nos ocurrió esto que es más dinámico”, recordó Germán en una charla con Agencia NAN. El siguiente paso fue empezar a pedir donaciones. Ahora, sus impulsores van por más: lo que quieren es desconcentrar la actividad de ellos mismos para que ande por sí sola y adquiera mayor dimensión. En la página web del proyecto están disponibles las instrucciones en formato "pdf" para que la gente las descargue y las añada a los materiales de los que guste desprenderse, para que otros le extraigan el jugo a la afrodisíaca fruta de un par de palabras.
Con el objetivo de hacer un seguimiento de esa cadena de favores que ya empezó a constituirse, los jóvenes solicitan a través de su blog que la gente envíe fotos y comentarios. "Porque si esto no sucede, es complicado medir sus resultados", afirman. El único “dato duro” que puede traerse a colación es la cantidad de libros que dejaron por allí Federico y Germán: aproximadamente 110. A eso se suman los testimonios que la gente deposita en la página web --que ya tiene más de 6.500 visitas---, y sus cuentas de Facebook y Twitter. “La respuesta fue bastante grande, ayudó mucho el avance de la comunicación”, destacó Federico. Un detalle estimulante es que la propuesta es for export. A saber, ya se replicó en Francia, Colombia, Costa Rica y República Dominicana.
Un proyecto anterior a Yo leí a este libro es Book Crossing (BC), una organización que actúa a nivel mundial. Lo que los separa son diferencias económicas y conceptuales: BC cuenta con apoyo estatal e informa sobre la ubicación y la hora en que los libros se vuelven huérfanos, y todos ellos llevan un número de identificación que se inserta en una base de datos. “No sabemos a dónde queremos llegar con todo esto, por eso es que todavía no pensamos si queremos conseguir apoyo oficial”, aclaró Germán. Lo de las coordenadas es una práctica que los impulsores de Yo leí este libro sólo llevan adelante ocasionalmente, porque prefieren “lo descontracturado”: la ruptura de la cotidianidad, el acto poético que va desde dejar un libro en la calle hasta tropezar mágicamente con él.
“La gente no sabe bien cómo reaccionar. Lo más común es que no le presten atención al libro. Son pocos los que agarran de una… En general se van, vuelven, ven si no los mira nadie y recién ahí lo llevan. Pareciera que le tienen miedo a que haya una cámara oculta. Una vuelta dejamos uno en un subte. La persona lo vio, bajó y empezó a atarse los cordones mientras lo relojeaba”, ilustró Germán. Lo importante es que el que pase por la experiencia entienda que “por el sólo hecho de encontrarse con un libro ya es parte de algo, tiene una responsabilidad”, añadió Federico.
Yo leí este libro representa también una ruptura del libro en tanto fetiche cultural. “Nosotros no somos asiduos lectores y no creemos que el libro de por sí tenga un valor. Sin embargo hay mucha gente nos dice ‘apoyo el proyecto pero no te voy a dejar ninguno de mis libros’. Lo que buscamos es que las personas opten por hacer algo por el otro”, recalcó Federico. Mientras más tomen esa decisión, montones de hojas impresas que descansan en paz en cualquier biblioteca hogareña tendrán la posibilidad de resucitar. Volver a ser en las manos de alguien para ser otro montón de hojas impresas por sólo un rato y volver a ser en las manos de otro alguien y volver a ser un montón de hojas impresas y volver a ser en las manos de otro alguien... (ad infinitum).

Blog:
http://www.yoleiestelibro.blogspot.com/

*Publicado en Agencia NAN el 19 de noviembre de 2009.
http://agencianan.blogspot.com/2009/11/libros-que-viajan.html

Contando a mi abuelo Juan Bosch en Silencio de Negras.- *


Con llamativo despliegue coreográfico, María Isabel Bosch llora a su abuelo a través del recorrido de tres de sus cuentos: "Dos pesos de agua", "Los amos" y "El algarrobo", que consiguen retratar la realidad sociocultural de la República Dominicana de mediados del siglo pasado.

Por María Daniela Yaccar
Fotografía gentileza de María Isabel Bosch

Buenos Aires, octubre 26 (Agencia NAN-2009).- El título de la obra ya lo sugiere, pero la actriz dominicana María Isabel Bosch se ve en la necesidad de brindar una explicación al comienzo del espectáculo: “Vengo a contar a mi abuelo, no a narrar quién fue. Otros lo saben mejor que yo”. Con un unipersonal basado en tres cuentos de Juan Bosch, la misión queda cumplida desde cualquier ángulo: “Satisfacer un capricho de nieta” o “rendirle un homenaje” al cuentista, novelista, educador, ensayista, historiador y biógrafo fundador del Partido Revolucionario Dominicano y ex presidente de ese país, depuesto por una dictadura militar en 1963. “En Argentina, mi abuelo es más conocido por su veta política que por la literaria”, explicó Bosch sobre el motivo de presentar Contando a mi abuelo Juan Bosch en estas tierras.
Cada domingo a las 18.45, en una pequeñísima sala del teatro Silencio de Negras (Luis Sáenz Peña 663), Bosch logra convertir su cuerpo en una audaz herramienta para contar a su abuelo. Sin escenario, escenografía ni cambios de vestuario, lo que brilla es su mutación constante porque, además de oficiar de narradora, encarna personajes de lo más disímiles: hombres, mujeres, niños, viejos y viejas, con el sufrimiento y las esperanzas del campesinado dominicano como trasfondo común. De eso habla Juan Bosch en "Dos pesos de agua", "Los amos" y "El algarrobo", cuentos que reunió su nieta para rendirle este tributo por la vía teatral con la compañía Tibai. “Podría haberme sentado en una silla y contarlos. Pero actúo desde que soy chica y quería hacerlo a mi manera. El hecho de que sea un unipersonal tiene que ver con que es algo bien mío”, contó Bosch a Agencia NAN.
El detonante fue su fascinación por "Dos pesos de agua", que arrastra "desde pequeña". El año pasado comenzó la etapa de “trabajo sobre los textos y realización de la dramaturgia”. Y el paso siguiente fue el estreno oficial en el XI Festival Internacional de Teatro Hispano en Washington, Estados Unidos, en octubre de 2008. Luego la obra llegó a República Dominicana, en junio de este año, y dos meses más tarde a Argentina, en una “coincidencia mágica” con el que sería el cumpleaños número 100 de quien muchos califican como un maestro de la narrativa latinoamericana y hasta padre del realismo mágico, nacido en 1909 y fallecido en 2001. El 11 y 12 de noviembre el espectáculo viajará a Chile, a la Feria Internacional del Libro.
Con el fin de lograr un efecto de “in crescendo dramático”, los cuentos de Juan Bosch aparecen entrelazados. El que prevalece es justamente "Dos pesos de agua", una historia sobre la fe de la vieja Remigia ante la sequía que afecta al pueblo de Paso Hondo y que comienza a expulsar a sus habitantes. El maíz se consume y la tierra se endurece, pero Remigia está convencida de que la lluvia llegará algún día y no se cansa de prender velas a las ánimas para que le concedan su pedido. “Es el cuento que dio origen a mi capricho porque es muy escenificable y teatral. Además es bien caribeño porque remite a ese pensamiento mágico y religioso representativo de donde yo vengo”, recalcó la intérprete y también directora.
En "Los amos", lo que se narra es la explotación del hombre por el hombre. Aquí Bosch encarna las dos caras de la moneda, la crueldad y el sufrimiento, con un diálogo entre un patrón sin escrúpulos y un pobre peón maltrecho física y mentalmente que, así y todo, se ve obligado a buscar una ternerita para satisfacer a su empleador. Y en "El Algarrobo", un relato que se asoma brevemente, Lico recobra la fuerza para tumbar un árbol en consonancia con el nacimiento de su hijo. “El hilo conductor de los relatos es que reflejan algún tipo de lucha, ya sea del hombre contra el hombre o contra las fuerzas de la naturaleza”, argumentó la actriz sobre la selección de los textos.
Con juegos corporales y coreográficos, increíbles matices en la voz y una gesticulación desenfrenada, la actriz consigue hipnotizar a la platea. A ello se suman las acertadas musicalización e iluminación. Como resultado, si algo sucede en esa pequeñísima sala es que la imaginación trabaja, y mucho. De pronto parece que la lluvia finalmente llegó para la suerte de Remigia, también que Lico está hachando un árbol o que las ánimas se ríen maliciosamente de las esperanzas de la vieja en un ambiente infernal. Es que no es Bosch quien está ahí adelante: lo que consigue retratar es toda una realidad sociocultural, esa que su abuelo dejó en sus escritos y la que en algún momento lo impulsó a luchar.
“El 90 por ciento de la obra son los cuentos porque son atrapantes”, subrayó, sin embargo, Bosch, con cierto aire de modestia. Para ella, lo que hoy es la obra es el resultado de “un año de trabajo” y de ciertos cambios que surgieron con las presentaciones, para que la partitura de sus movimientos no actuara en detrimento de la naturalidad que emana de la obra: “Buscamos que no fuera una cosa tan fría y que estuviera primero el alma de los personajes, que comenzaran a despertarse y a vivir por sí solos”, manifestó.
Bosch también vive su experiencia como un aprendizaje personal. “El espectáculo es como un viaje”, definió. “En cada función le encuentro un sentido ligado a la idiosincrasia dibujada en cada uno de los personajes. Conozco de dónde vengo y cuáles son mis raíces”.Hacia el final de la obra, una iluminación que apunta a la nada viene a dar cuenta de la presencia espectral de Juan Bosch en la sala. La actriz, a un costado y a oscuras, cede el protagonismo a quien es, para ella, el eterno dueño de estas historias. La voz en off de Juan Bosch inunda el espacio y su nieta ya no es ningún personaje del Caribe Antillano. Es sólo eso, su nieta y, como tal, no duda en ceder a los efectos lacrimógenos que le suscita aquella grabación.
“A mi abuelo le decían ‘El Loco’ porque iba contra viento y marea. También, porque era muy honesto y estaba lleno de valores”, recordó, aún emocionada. Con esas palabras sintetizó el espíritu de esta propuesta, que tiene algo de motivación íntima y personal, pero que también busca acercar la obra de Juan Bosch a quienes no la conozcan: “Por ser una isla y por la dictadura que reinó durante 31 años, la literatura de República Dominicana no tuvo mucha promoción. Acá los libros de mi abuelo no fueron publicados. Es un autor leído y universal, pero en Argentina se leyó en los ’60 y en los ’70. Y no más”.

* Publicado en Agencia NAN el 26 de octubre de 2009.
http://agencianan.blogspot.com/2009/10/contando-mi-abuelo-juan-bosch-en.html

"La cultura no se vende, se defiende".- *


Bajo esa consigna, músicos, titiriteros, actores y murgueros de centros culturales y teatros porteños protestaron ayer frente a la tienda Harrods, en consonancia con la apertura del Festival Internacional de Buenos Aires, para denunciar la "privatización de la cultura, la precarización de sus trabajadores y el manejo mercantilista" que lleva adelante el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Por María Daniela Yaccar
Fotografía gentileza de la Asamblea por la Cultura

Buenos Aires, octubre 6 (Agencia NAN-2009).- Los unen el amor y el espanto. El amor por el arte y el espanto por lo que consideran un manejo "mercantilista": violentos desalojos, presupuestos frenados y precarización de las condiciones de trabajo son los eslabones de la "privatización de la cultura" que, denuncian, impulsa el gobierno porteño. Ayer, artistas de centros culturales y teatros de la Ciudad de Buenos Aires, integrantes de la Asamblea por la Cultura, gritaron que "la cultura no se vende, se defiende" ante las puertas de Harrods, donde tuvo lugar la inauguración del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA). Son músicos, titiriteros, actores y murgueros que comparten una visión: el gobierno porteño está haciendo estragos. La idea fue "hacer ruido" y la fecha elegida tuvo una intencionalidad: armar una contrainauguración al evento organizado por el Ministerio de Cultura porteño. "Es genial que haya un espacio como el FIBA, pero es claro que a las políticas sociales y culturales, cero atención. Al parecer, nosotros estamos detrás del paredón, no somos dignos de ser exhibidos", se lamentó Martín Eichelbaum, de la cooperativa La Calle de los Títeres.
Es la primera vez en años que diversas expresiones culturales de la ciudad se unen en una marcha. La convocatoria fue lanzada por la Asociación Argentina de Actores, tras hallar "problemáticas comunes", explicó a Agencia NAN su secretario general, Luis Alí. El antecedente de esta suerte de "coordinadora de la cultura" data de 2001, durante el gobierno de Fernando de la Rúa, con la diferencia de que "hoy no existe una situación de crisis" sino que la discusión pasa "por la cultura rentable o la no cultura". En este marco, "los que más sufren son los integrantes de los centros comunitarios más alejados del microcentro", porque son los que amalgaman cultura y vivienda. En esos espacios, muchas familias viven y trabajan.
Luego de los desalojos del Centro Cultural Almagro y la Huerta Orgázmika, otros temen pasar lo mismo. En el caso de la Asamblea de Flores, donde viven unas 55 familias, la amenaza de desalojo es inminente. La semana pasada los visitó un síndico "preocupado por liquidar la causa y rematar", según pudo leerse en un folleto que repartían los miembros de la Asamblea. Los que lograron torcer su destino fueron los del Centro Comunitario La Casa, al menos hasta fin de año. Según Marcela Castro, coordinadora del espacio que alberga a 20 familias, consiguieron frenar el desalojo con el argumento de que "el Estado debe garantizar el derecho a una vivienda digna".
La jornada comenzó a las 16 en Florida y Paraguay y se trasladó a Córdoba con corte parcial de la avenida, con la presencia de los trabajadores del Teatro Colón, un ejemplo de que la política cultural (o su ausencia) por parte de la administración macrista no sólo no atiende a la cultura en los barrio, sino que también arrasa con la actividad teatral con lugar en el corazón porteño. "Queremos la reapertura inmediata del teatro", anheló Fabián Bevilacua, trabajador técnico del establecimiento, e informó que "el actual directorio y el Poder Ejecutivo quieren reducir el cuerpo de trabajadores a 800 personas", cuando en realidad son 1242. La idea es reubicarlos en hospitales: "Es una tarea distinta. Hace más de 20 años que estamos en el teatro y no podemos caer en un centro de salud como paracaidistas", apuntó Marta, empleada administrativa que también informó que esperan una convocatoria oficial para conversar con funcionarios sobre una medida cautelar que dispone que "todo debe retrotraerse a 2008".
La problemática común de los actores es el "no estar reconocidos como trabajadores", indicó Alí. "Somos trabajadores en negro porque somos cuentapropistas y reclamamos una relación de dependencia, con los beneficios de cualquier empleado, como los técnicos", explicó. El pedido de los actores del Complejo Teatral también pasa por una cuestión salarial: tras haber conseguido el pago de los sueldos atrasados, solicitan un aumento "acorde a la canasta familiar", ya que cobran 1300 pesos.La programación del Complejo también sufrió cambios. Inicialmente, para esta temporada estaban pensados tres espectáculos, pero el gobierno dispuso que se frenaran y que el cierre de la actividad teatral porteña estuviera en manos del FIBA. Aunque ahora está previsto que se desarrolle una obra, sobre todo "ante la presión" de los trabajadores, estimó Alí. ¿Pero qué pasa fuera del microcentro? La Casa de los Títeres representa otro caso singular, porque el gobierno clausuró en abril el auditorio del Centro Cultural del Sur por las condiciones edilicias, que son responsabilidad suya. "Nos pasamos el invierno trabajando a la intemperie con espectadores muriéndose de frío", se quejó Eichelbaum. Otro problema del CCS es presupuestario: tras la presentación de un proyecto de creación de la primera escuela popular de actores titiriteros, las partidas destinadas a su actividad pasaron de 80 a 400 mil pesos. "Hoy nos dicen que es un fondo restringido", explicó el artista, en alusión a un decreto de Macri que estableció el retorno a la cifra original. De todas formas, tampoco la cobraron en su totalidad, sino 76.400.
Según el delegado de la Comisión Carnaval e integrante de Los Linyeras de la República Popular Independiente de la Boca, Ricardo Cigliuti, del más de un millón de pesos que les corresponde a las murgas aún no vieron nada. Sucede que "se cayó el sistema", contó dudando. También les prometieron 500 mil pesos adicionales, pero después les dijeron que se destinarían a la Casa de los Títeres. Por eso, el precarnaval que debía tener lugar este mes pasó para noviembre. Encima, los permisos para cortar la calle disminuyeron un 25 por ciento desde febrero.
Junto a los títeres que poblaban el cielo podían verse carteles con significativas leyendas como "la cultura no es mercancía" o "menos policía, más cultura". Durante la tarde hubo algún que otro cántico, pero los incansables de la jornada fueron los murgueros, con un imponente despliegue en Córdoba que, bailando nomás, mudaron nuevamente hasta Harrods, donde terminó la protesta con una ronda. El silencio de la murga coincidió con el fin de la protesta. Cuando quedaba poca gente, un grupo de artistas posaba sus manos pintadas de negro en los vidrios de la tienda, dejando las huellas de una presencia que también quedó en la calle, en miles de papelitos que hablaban de una cultura a punto de romperse. La que ayer salió a flote. Ésa que todo lo atraviesa porque es arte, expresión, salud y vivienda. Ésa que está en el barrio y en la ciudad, ante la mirada indiferente de algunos. Esa cultura en resistencia.

Teatro ciego: contra el imperio de la visión.- *


En una era signada por la imagen, el teatro ciego se erige como una propuesta interesante para el público: las obras no se ven, se olfatean, se oyen e incluso se tocan. El resto es imaginación. ¿Cuáles son las particularidades de este tipo de teatro que además se postula como herramienta de inclusión social para no videntes?, se preguntó Agencia NAN. Y le echó un sentido vistazo.

Por María Daniela Yaccar

Buenos Aires, septiembre 18 (Agencia NAN-2009).- En el teatro convencional, el apagón es el breve instante en el que las luces se extinguen, los actores se preparan para dar comienzo a la obra y el espectador es introducido en ese estado de ensueño necesario para llegar a la catarsis. En el teatro ciego, en cambio, el apagón es inexistente. O bien se extiende durante todo el espectáculo: lo único que está al alcance de la pirámide visual de quien lo presencia es la oscuridad total. A través de la estimulación constante del resto de los sentidos, la propuesta escénica se resume en “sentir la obra” y llevar adelante un asombroso viaje, con la imaginación como único equipaje infaltable.
El viaje comienza en las puertas del Centro Argentino de Teatro Ciego, donde hace más de un año el Grupo Ojcuro presenta La isla desierta, un clásico de Roberto Arlt, de manera no convencional. Minutos antes de dar sala, uno de los integrantes de la compañía solicita al público “tomarse de los hombros” para ingresar a un espacio que, de entrada, está totalmente a oscuras. Y, por las dudas, previene de posibles ataques de pánico: “Los momentos previos al inicio de la obra pueden ser realmente traumáticos”. Desde el comienzo del espectáculo se comprende que los sonidos y los olores son los protagonistas indiscutidos: ruidos de máquinas de escribir resonando con violencia por toda la sala y un fuerte y delicioso aroma a café anticipan que la historia tratará del hastío de un grupo de personas en la vida de oficina. Frente a la opresión y los anhelos de algo distinto, Cipriano, uno de los personajes, narrará sus peripecias alrededor del mundo como capitán de un barco sin rumbo fijo, transmitiendo un halo de esperanza con su relato.
El único antecedente de teatro ciego conocido en la Argentina es la obra cordobesa Caramelo de limón, que surgió en 1991 de la mano de Ricardo Sued. Cuando el espectáculo llega a Buenos Aires en 1994, Gerardo Bentatti, productor general de La isla desierta, se suma al elenco. Un año más tarde decide lanzarse a una búsqueda que culminará en 2001, cuando se une al actual director de la obra, José Menchaca, y queda constituido el grupo Ojcuro, que incluye actores ciegos miembros del grupo de teatro leído de la Biblioteca Argentina para Ciegos. La obra ya lleva ocho años en cartel y antes de que Bentatti fundara el Centro Argentino de Teatro Ciego, en julio del año pasado, pasó por la Fundación Konex y el Teatro Anfitrión. “La idea de trabajar con el texto de Arlt la propuso Menchaca y enseguida estuve de acuerdo, me pareció que iba a ser un éxito. Además se adaptaba a los efectos de sonido que yo había creado. Desde entonces, va in crescendo”, cuenta a Agencia NAN Bentatti, sobre los orígenes del proyecto.
Además de cumplir con su cometido de transformarse en un espacio destinado a una propuesta innovadora, el Centro se convirtió en una fuente de trabajo para no videntes y disminuidos visuales. Allí, los ciegos encuentran un lugar en donde desempeñarse como actores u operadores de sonido de los distintos espectáculos que se ofrecen (todos a oscuras), y además pueden asistir gratuitamente a escuelas, cursos y talleres de coro, tango y educación vocal, entre otras disciplinas. Marcelo Gianmarco, miembro de la compañía, reseña su propia experiencia: “Cuando comencé con la obra, fue una explosión. Me di cuenta de que además de trabajar me podía divertir”.
Para ellos, actuar implica una trasposición del poder. “En la calle, es la gente la que nos cruza de vereda. En cambio, en este caso somos los que manejamos la situación”, afirma Juan Mansilla, otro integrante del elenco. Lo cierto es que ejercen ese poder de una manera gratificante: dándole a entender al espectador la importancia de los otros sentidos en una sociedad en la que la imagen es un fetiche cultural.

Otra relación espectacular

Decir teatro ciego era caer en un oxímoron. Porque la relación espectacular siempre había implicado la interacción entre dos factores: una mirada y un cuerpo. O, más precisamente, una mirada que mira y un cuerpo mirado. En su teoría del espectáculo, el investigador en artes audiovisuales Jesús González Requena explicita claramente los elementos excluidos de esta relación: “¿Cuáles son los sentidos del sujeto interpelados en el espectáculo? Resulta fácil descartar tres de ellos: el gusto, el olfato y el tacto. Nadie habla de espectáculo cuando paladea un manjar, cuando huele un perfume o cuando acaricia un cuerpo”.
El teatro ciego no sólo se burla de estos preceptos, sino que hace de la incorporación de los otros sentidos su propia esencia. “En su vida cotidiana, la gente prioriza la vista. Durante la obra se ve obligada a estar más atenta a otras incitaciones sensoriales”, explica Mansilla. Durante aproximadamente una hora y media, el espectador es estimulado de manera constante con aromas y sonidos representativos de los diferentes lugares por donde anduvo Cipriano.
De esto último se desprende otra diferencia entre el teatro tradicional y el teatro ciego: mientras el primero pone en juego una relación de distancia y hasta de extrañamiento entre lo representado y el público, el segundo apela “a una relación de proximidad”, tal como la califica Bentatti. La invitación a la intimidad llega a su extremo cuando el teatro ciego incluye el tacto: en alguna oportunidad y tomado por sorpresa, el espectador es “acariciado” por el personaje. Y para que quede claro su enojo o indignación ante una situación, el actor puede darle un susto repentino con un grito en la cara.

El espectador y el actor, a oscuras

Al plantear esta redefinición de los términos de la relación espectacular, el teatro ciego modifica claramente la experiencia del espectador. “La oscuridad tiene mucha potencia, arrastra a lo primitivo, que es el miedo del niño a la oscuridad”, reflexiona Bentatti. Según Gianmarco, antes del comienzo del show “la gente no sabe bien qué hacer. Todos parecen niños, de repente. Se hablan entre ellos y gritan. Quizás, si los estuvieran mirando, eso no sucedería”. Ese “estado de indefensión” tiene su correlato en “una mayor entrega por parte del público”, asegura Bentatti. Un público que, sin condiciones, le entrega todo el poder a un Otro que de repente le grita en la cara o le toca la falda. “Implica una cuestión de fe. La gente confía en que no le vamos a hacer nada”, subraya.
Dentro del dispositivo sugerido por el teatro ciego, la imaginación del espectador desempeña un rol crucial. “Es un viaje”, define Eduardo Maceda, también actor de La isla desierta. Y continúa: “Exige un trabajo de la mente. Si uno habla con toda la gente que asistió a una función, probablemente note que lo que cada uno se lleva en la cabeza es una obra distinta”.
En plena oscuridad, el trabajo del actor también es diferente. “Requiere de un mayor entrenamiento, porque se basa en la disociación”, explica Benatti. Esto es: mientras la voz está en algo, el cuerpo está en otra cosa (por ejemplo, preparando un efecto de sonido). Aunque se trata de una técnica que exige “un alto grado de concentración”, también “es más relajada porque el actor no tiene por qué estar en escena. De pronto puede irse a la cocina a tomarse un vaso de agua o recostarse en el piso”.
Con todo, no es difícil dilucidar la principal dificultad de trabajar a oscuras: el desplazamiento alrededor de la sala. “La isla... es un tablero de ajedrez. Un error en el movimiento de uno de nosotros implica un error en la totalidad de la obra”, relaciona Bentatti. Para que eso no suceda, “está todo muy ensayado y memorizado”. Y hay una premisa fundamental: “Tener consciencia todo el tiempo de que no se está solo”.
Finalmente, ¿qué le sucede a ese cuerpo que está en el centro de la escena pero sin ser mirado? “El teatro a oscuras implica un abandono del narcisismo --opina Bentatti--. Yo les tengo miedo a los actores porque son peligrosos: lo único que buscan es fama”. En la misma línea, Gianmarco sostiene que “nadie quiere ser anónimo, por eso es que el teatro a ciegas no es tomado en serio. No se le da el valor que tiene”.

Algo parecido a la magia

“La isla... es como un truco de magia. La gente se va con esa sensación”, sintetiza Mansilla. Y algo de eso sucede porque, al final de la función, la gente se agolpa en el hall central para preguntar porqués y cómos. Un desconcierto que jamás será saciado porque la realidad es que los integrantes del elenco actúan como verdaderos prestidigitadores: guardan todos los secretos bajo llave. “La magia es una premisa fundamental del espectáculo”, remarca Bentatti, para quien el dispositivo del teatro ciego tiene “una pata en lo cinematográfico” por tratarse de “una emulación de la realidad”.Son los olores y los sonidos los ingredientes fundamentales para esta emulación. Respecto de los perfumantes, capaces de colmar el espacio con el más representativo aroma oriental o con un inolvidable olor a puerto, no se conoce siquiera el nombre de su fabricante. Y sobre los efectos especiales sonoros, se sabe que el creador es Bentatti, aunque se desconoce su funcionamiento. Es cierto que ambos elementos comportan un alto grado de realismo, que se interrumpe de manera abrupta cuando termina el espectáculo: es un momento chocante. Sucede que, cuando se encienden las luces, “la gente se da cuenta de que no hay tal bote ni agua ni máquinas de escribir”.
No hay nada. Sí muchas preguntas. Sí la reaparición de una pulsión escópica que, anulada durante una hora y media y ahora en estado de ansiedad, incitará a la vista a recorrer el lugar en busca de respuestas que no va a encontrar porque, tal vez ni la sala sea como la imaginación la diseñó. Lo que queda, simplemente, es un grupo de actores saludando, que trae al espectador de vuelta (y de prepo) a la realidad y que anuncian el fin de un estado que bordea la alucinación y el sueño.

* La isla desierta se presenta todos los viernes y sábados a las 21 y a las 23 en el Centro Argentino de Teatro Ciego (Zelaya 3006).Sitio web:
http://teatrociego.org/

* Publicado en Agencia NAN el 18 de septiembre de 2009.
http://agencianan.blogspot.com/2009/09/teatro-ciego-contra-el-imperio-de-la.html

“Busco sacar el alma de la gente”


Hijo de Jérome Savary y ahijado de Copi, el fotógrafo y cineasta francés presenta en el Borges una muestra que incluye retratos de actores de culto, personajes de circo y travestis. “La gente rara configura una aristocracia casi cósmica”, sostiene.

No existen palabras de sentido cerrado. Algunas, eternamente difusas, pululan en el espacio semiótico dando lugar a interpretaciones que son a la vez modos de ver la vida. Claramente, en la época de Rubens, “lo lindo” no era lo que es hoy. Lo curioso está en esos conceptos que suscitan oposiciones dentro de una misma época. Porque, independientemente de las convenciones que definen más o menos “lo raro”, existen diversas maneras de acercarse. La del fotógrafo francés Robinson Savary es la fascinación y una hipótesis singular: “La gente rara configura una aristocracia casi cósmica”, explica a Página/12. Esa es la idea que gira en Los raros, la exposición que presenta en el Centro Cultural Borges (Viamonte y San Martín) y que incluye 40 retratos de actores de culto, personajes de circo y travestis, todos unidos por su particular idea de la extravagancia.
“¿Qué elecciones hacemos en el espacio dentro de lo ideal y de lo real?”, dispara un afiche al fondo de la sala 23 del Pabellón Verdi. Es el cartel de Bye Bye Blackbird (2005), único largometraje de Savary, inédito en la Argentina. La primera serie de fotografías, realizada en 2001 en París, Estados Unidos y Francia, tiene la misma temática que la película: el extraño universo del circo. Un viejo Malcolm McDowell –el legendario actor de La naranja mecánica–, actrices como Fairuza Balk e Isabella Miko, así como también personajes de circo, entre ellos el acróbata James Thiérrée (nieto de Charles Chaplin), posaron ante la lente de Savary. Algunos de ellos luego actuaron en el film, otros desistieron. Del lado de enfrente, lo que se exhibe es una realidad totalmente distinta: fotos recientes de una docena de travestis que trabajan en la zona de Palermo. “Aquí todos son estrellas. Famosos y desconocidos están al mismo nivel”, recalca Savary ante la llamativa combinación de imágenes, y agrega: “La exposición es transnacional. Lo interesante es que estos personajes pertenecen a mundos cerrados, secretos y con códigos propios, distintos a los de la sociedad”. El interrogante del afiche de Bye Bye Blackbird es la inquietud principal del fotógrafo. Y, según él, para acercarse al circo y al travestismo hay que partir de ahí: “Las travestis se mueven en ese espacio entre lo ideal y de lo real. ¿Quién sabe? Tal vez la mujer ideal sea un hombre”, reflexiona.
Lo cierto es que los de Los raros –nombre que tomó del poeta Ruben Darío, con ayuda del escritor Raúl Escari– son mundos a los que Savary nunca estuvo del todo ajeno. Su padre es el argentino Jérome Savary, actor, director de teatro y fundador de Grand Magic Circus, una compañía de teatro callejero revolucionaria en Francia por los años ‘60. Y su padrino es ni más ni menos que Raúl Natalio Damonte Taborda, más conocido como Copi, historietista, dibujante y dramaturgo también argentino, dueño de una obra poblada de travestis, gays y transexuales. “Es el que más me conectó con este país y con este tema, aunque lo conocí poco en persona porque falleció cuando yo tenía quince años”, recuerda Savary.

Esas criaturas mitológicas

Dos señoras paquetas se paran frente a Prisa, la única travesti que osó posar desnuda. Una de las mujeres levanta las cejas cuando el fotógrafo le cuenta que “es una chica de ‘la zona’”. Savary es consciente de que se metió con un tema polémico. No por nada en un principio le costó conseguir un espacio para mostrar los retratos, por eso considera “un hecho político y de gran apertura” que hoy estén “en un lugar de prestigio, por primera vez”. “No busqué escandalizar”, aclara el fotógrafo. Y lo cierto es que las asociaciones más inmediatas del sentido común se ven truncas al presenciar los 40 retratos de Savary: blanco y negro, y una fuerte impronta clásica que, más que a una provocación, abren el paso a un clima intimista, sensual y elegante. No obstante, hasta las mismas protagonistas de las fotografías se equivocaron en un primer momento. “Pensaron que las quería para una producción porno, pero cuando vieron de qué se trataba fueron ellas las que empezaron a pedirme de participar. En realidad, lo que busqué es ‘sacar’ el alma de la gente. Es mi función en la vida”, explica.
Hace dos años, Savary vino a Buenos Aires por placer. Pero también porque “en Francia no encontraba un lugar con mucha dinámica como artista”. Algo que vislumbró “de casualidad” en un “círculo alucinante de 60 travestis que parecían discutir”. No pudo resistir la tentación de meterse. “Me gustó ese humor, esa forma de hablar tan propia de la calle. Enseguida una me frenó y me preguntó qué estaba haciendo ahí. Yo contesté que era un director de cine francés, y no pude seguir porque una me dijo: ‘¡Entonces quedate, mi vida, mi amor, mi amorcito!’”, dramatiza con gracia.
A cambio de un sueldo, Savary les propuso a las travestis dejar su trabajo por un rato para convertirse en modelos. La primera en prestarse para su misión fue Sayuri Tuchía Salazar, devenida en curadora de la exposición. “La verdad es que ellas de por sí son artistas. Son sus propias creaciones. Y son las reinas de la improvisación: no hay que pedir”, aclara para dirigirse rápido al retrato de Daniela Miller, una rubia despampanante que en vísperas del primer flash levantó su tupida cabellera lacia y dio a la cámara una de las miradas más enigmáticas de la serie. “Teníamos seis tomas, pero nos quedamos con la primera”, recuerda.
“Son estrellas. Tienen un arte del look, de la actitud, una manera de moverse, de vestirse”, describe. Y sobre las dificultades de la realización del trabajo, que duró seis meses, cuenta: “La zona está llena de tristeza. Cada vida es una película. Y el viaje de ser hombre a ser mujer es largo. A los 23 años tienen una sabiduría de alguien de 50. Llevan una vida peligrosa y difícil, luchan muchísimo”. Sin embargo, ésa es una realidad que apenas asoma en la segunda serie de Los raros. Más bien el eje central es la cuestión de la identidad, acompañada de una nueva mirada sobre la feminidad y la masculinidad. En este sentido resulta más que original la definición de Savary sobre las travestis: “Son criaturas mitológicas, espejos de los dos lados del ser humano. Para mí son un sueño”.
Cuando finalice su primera exposición sudamericana, el director planea llevar a la pantalla grande a esta “nobleza de la calle” con Lady Doll, una película que pretende filmar en Buenos Aires y en Tokio. Sobre la trama, anticipó que será un “thriller sobre tráfico de muñecas japonesas de tamaño humano en la Argentina en la época de Carlos Menem y, a la vez, una historia de amor y de amistad entre una mujer y una travesti”.

–¿Y usted? ¿Se considera un raro?

–Creo que por ese motivo mi primera película fue prácticamente desconocida. Pensá que la sociedad siempre quiere meter a la gente en cajas. Los raros necesitan tiempo para ser descubiertos, son un espejo que da miedo por el solo hecho de ser distintos.

Informe: María Daniela Yaccar.

* Los raros puede visitarse de lunes a sábados de 10 a 21 y los domingos desde las 12, hasta el 31 de enero.

*Publicado en Página / 12 el lunes 21 de diciembre de 2009.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/2-16439-2009-12-21.html

El enigma del cuerpo de un poeta*


Los trabajos en la localidad de Alfacar, donde se creía que se encontraba el cadáver del escritor, no arrojaron resultados. Ahora la investigación debe recomenzar desde cero. “Pero la llama de Lorca sigue viva en la memoria colectiva”, sostuvo el historiador Gabriel Pozo.

A más de 70 años de su muerte, el lugar donde fue enterrado el poeta Federico García Lorca es todo un enigma. El misterio creció aún más en las últimas horas, ya que la excavación donde se creía que se encontraba el cuerpo no arrojó ningún resultado, según informó ayer la Junta de Andalucía. Desde fines de octubre, un equipo de arqueólogos y otros investigadores trabajan en la localidad granadina de Alfacar, guiados por una serie de investigaciones que habían situado allí el cuerpo del poeta. Por ejemplo, la teoría del hispanista irlandés Ian Gibson situaba la tumba de Lorca en un punto concreto entre Víznar y Alfacar. El director de la excavación se mostró sorprendido por no haber encontrado absolutamente nada, “ni lo habitual, como una esquirla, por pequeña que fuera, o una sola pieza dental”.
Por su parte, la consejera andaluza, Begoña Alvarez, aseguró que existen evidencias de que “nunca hubo entierros en esa zona”. Al parecer, la distancia entre la superficie de la zona excavada y la roca que se halló, de unos 40 centímetros, hace imposible que hayan existido fosas en ese lugar. Sobre la actuación del equipo en Alfacar, Alvarez aseguró que se manejaron “con rigor científico y sin especulación, colaboración y respeto a la privacidad de los familiares”. Los trabajos, que finalizaron el miércoles, se realizaron bajo una gran carpa metálica y se arbitraron medidas de vigilancia privada las 24 horas para preservar la intimidad de la investigación, en un espacio de alrededor de 268 metros cuadrados.
García Lorca, republicano, fue fusilado a los 38 años, el 18 o 19 de agosto de 1936, en los comienzos de la Guerra Civil española por los partidarios del después dictador Francisco Franco. Se supone que fue enterrado junto al maestro republicano Dióscoro Galindo y los banderilleros anarquistas Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. Hace poco se apuntó a que también podrían haber sido sepultados con ellos el inspector municipal de tributos Fermín Roldán y un restaurador granadino, Miguel Cobo Vilches, muerto en 1937.
La búsqueda del cuerpo tuvo un comienzo polémico. Los herederos de García Lorca se opusieron a que, de hallarse los restos del poeta, éstos fuesen “removidos”. Asimismo, la familia se reservó el derecho a identificarlo mediante un cotejo de ADN en caso de considerarlo oportuno.
Finalmente, la excavación fue decidida por un acuerdo al que el gobierno regional de Andalucía llegó con los familiares de las otras víctimas que estarían enterradas en esa zona y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) de Granada, luego de que se frustrase la investigación sobre los crímenes del franquismo que inició el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón.
Ante la frustración que generó la noticia, estos trabajos de exhumación se dan por cerrados. “Ahora aparece el reto de retomar las investigaciones desde cero”, concluyó la presidenta de la ARMH, Maribel Brenes. Desde siempre, sobre el cuerpo de García Lorca se postularon diversas teorías. Hay una muy vieja que sostiene que su familia desenterró el cadáver días después del fusilamiento en Alfacar y lo trasladó a una casa con el fin de guardar el secreto para siempre. Otra señala que milicias franquistas exhumaron el cuerpo y lo enterraron en un lugar desconocido para ocultar el asesinato.
Historiadores como Gabriel Pozo están convencidos de que los restos de García Lorca efectivamente se encuentran en Alfacar. “No hay que desencantarse. Lo fusilaron en esa zona y hay que seguir llevándole flores ahí”, aseveró. Para Pozo, la hipótesis de que la familia desenterró el cadáver es “difícil”. Sin embargo, precisó que varias fuentes le contaron durante su investigación –que plasmó en el libro Lorca, el último paseo– que fueron las milicias franquistas las que ocultaron el cuerpo del poeta en un lugar desconocido. Entre tantas dudas, “lo importante es que la llama de Lorca siga viva en la memoria colectiva española”, sostuvo Pozo.

Publicado en Página / 12 el sábado 19 de diciembre de 2009.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-16419-2009-12-19.html